El Papa Francisco envió una carta de felicitación a la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, mejor conocidos en el mundo católico como los Escolapios.
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En ella, el Santo Padre celebra la realización del Seminario de Formación de Educadores que se lleva a cabo en estos días, y ofreció una breve síntesis de los siete compromisos principales del Pacto Educativo Global, que resumió en tres líneas de acción concretas: centrarse, acoger e implicar.
Aquí te explicamos, en palabras del Santo Padre, cada una de estas acciones:
Centrarse en los importante. Es –nos dice el Papa- poner la persona en el centro, en «su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea».
Valorizar la persona, hace de la educación un medio para que nuestros niños y jóvenes puedan crecer y madurar, adquiriendo las capacidades y los recursos necesarios para construir juntos un futuro de justicia y de paz. Es imprescindible que el objetivo no se pierda de vista y se disipe en los medios, en los proyectos y en las estructuras. Trabajamos para las personas, son ellas las que forman las sociedades, y estas las que estructuran una única humanidad, llamada por Dios a ser su Pueblo de elección.
Acoger. La acogida supone ponerse a la escucha del otro, de los destinatarios de nuestro servicio, los niños y los jóvenes. Implica que los padres, alumnos y autoridades —principales agentes de la educación— presten oído a otro tipo de sonidos, que no son simplemente los de nuestro círculo educativo. Eso evitará que se cierren en su propia autorreferencialidad y hará que se abran al grito que brota de todo hombre y de la creación.
Se necesita incentivar a nuestros niños y jóvenes para que aprendan a relacionarse, a trabajar en grupo, a tener una actitud empática que rechace la cultura del descarte. Asimismo, es importante que aprendan a salvaguardar nuestra casa común.
Implicar. La actitud de escucha, definida en todos estos compromisos, no puede entenderse como un mero oír y olvidarse, sino que tiene que ser una plataforma que permita que todos se comprometan activamente en esta labor educativa, cada uno desde su especificidad y responsabilidad.
Implicar e implicarnos supone trabajar por dar a los niños y jóvenes la posibilidad de ver este mundo que les dejamos en herencia con un ojo crítico, capaz de entender los problemas en el ámbito de la economía, la política, el crecimiento y el progreso, y de plantear soluciones que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral.
Con información de Vatican.va.
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