Una verdadera pesadilla se vivió la madrugada del pasado 25 de octubre en el Seminario del Buen Pastor de la Arquidiócesis de Acapulco, cuando el huracán Otis -el más fuerte registrado en el Océano Pacífico mexicano en las últimas tres décadas- impactó brutalmente contra las costas de Guerrero, dejando al menos 48 muertos, decenas de desaparecidos e incalculables daños en la infraestructura turística.
En entrevista para Desde la fe, el padre José Alejandro Gómez Hernández, quien funge como Ecónomo del Seminario, cuenta la angustia y zozobra que vivieron los 23 seminaristas y los siete sacerdotes que se encontraban en ese momento en la casa de formación, ante la magnitud del fenómeno que, con una rapidez impresionante, pasó de ser tormenta tropical a huracán categoría 5.
El padre Ecónomo asegura que, tanto los seminaristas como los sacerdotes que se encontraban en el seminario aquella noche, no eran conscientes de la magnitud del fenómeno, por lo que en un principio cada quien se resguardó en su habitación, pero conforme se fortalecieron los vientos, que alcanzaron unos 265 kilómetros por hora, sintieron la necesidad de ir hacia lugares más seguros, por lo que de pronto todos se encontraron en la planta baja, buscando protegerse.
Esto fue una decisión providencial -considera el sacerdote- porque varias de las habitaciones de los seminaristas fueron prácticamente arrasadas por el huracán, que se llevó puertas, ventanas y todas sus pertenencias. “Gracias a Dios logramos escapar a tiempo”, asegura.
Y añade:
Otro de los seminaristas, que no alcanzó a bajar, salvó su vida refugiándose en su armario, mientras el huracán arrasó con todo su cuarto, incluyendo puerta y ventanas.
Lo ocurrido en el Seminario del Buen Pastor de Acapulco, donde estudian 35 seminaristas de diferentes grados, coincide con las imágenes que circulan en los medios, y que dan cuenta de la devastación masiva provocada por el huracán, principalmente en el municipio de Acapulco.
Se calcula que tan solo los daños que ocasionó Otis en el Seminario del Buen Pastor ascienden a unos 11 millones de pesos.
La Capilla principal quedó destruida por completo: el techado, el emblemático vitral, parte de la estructura, las imágenes sagradas, las bancas y demás mobiliario quedaron destrozados, algunas cosas de forma irremediable. Y es que, una gran ceiba, al caerse, socavó parte del cimiento de la construcción.
De igual forma, los cinco edificios donde se encuentran las habitaciones de los seminaristas resultaron seriamente afectados: “volaron las puertas y ventanas de al menos los niveles superiores, las paredes quedaron ‘arañadas’ por la fuerza del aire, los tinacos y el sistema hidráulico fueron arrancados y destruidos. Incluso, en muchos de los techos, el impermeabilizante se desprendió”.
En el comedor abierto de los seminaristas de Acapulco, el huracán no encontró obstáculos para llevarse el mobiliario, afectando severamente también la cocina. Algo similar ocurrió con los salones, el auditorio, el teatro y la biblioteca. En esta última, se perdió una buena parte del acervo bibliográfico al romperse una de las ventanas.
Añade el sacerdote:
“Además, el transformador, el centro de carga y la mayor parte de la instalación eléctrica, resultó drásticamente perjudicado”.
Algunas fotografías del Seminario del Buen Pastor de la Arquidiócesis de Acapulco:
Desde la fe (DLF): ¿Cuáles son las principales necesidades que tienen en este momento los seminaristas de Acapulco?
P. Alejandro Gómez (P.AG): Al igual que el resto de la población, carecemos en este momento de los servicios básicos. Contamos con alimentos no perecederos y medios para prepararlos, para unos 15 días.
Pese a ello, el Señor nos ha ayudado a no caer en la desesperanza. Tenemos confianza en que vendrán tiempos mejores y que Dios nos ayudará a sacar muchas cosas buenas de todo esto. No hemos dejado de celebrar diariamente la Eucaristía; esto nos permite crear un ambiente fraterno, y con fe y esperanza.
Tras el paso del huracán Otis, los seminaristas y formadores de Acapulco comenzaron las labores de limpieza, “una tarea ardua pero necesaria”, dice el padre ecónomo. Además, han estado colaborando con el equipo Cáritas Arquidiócesis de Acapulco en dos centros de acopio y distribución de despensas, “buscando ayudar a las personas que han perdido más que nosotros, llevando no sólo alimento, sino también palabras de consuelo”.
-DLF: ¿Cómo ver esta tragedia desde la fe?
-P.AG: Otis destruyó nuestra casa, pero no nuestra esperanza. Ciertamente, todo fenómeno atmosférico obedece a las leyes establecidas por Dios en el orden natural. Sabemos que cuando Dios permite el mal es para obtener un bien mayor, aún cuando este bien no sea del todo evidente para el hombre.
En estos momentos de prueba, tenemos dos opciones: sacar lo mejor o lo peor de nosotros. Y como cristianos, estamos llamados a lo primero: manifestar esperanza ante la tragedia, fe ante el temor y caridad para con los más necesitados de nuestra ayuda.
En el Seminario se nos enseña a ser discípulos y a confiar en aquel que nos ha llamado a servirlo. Por tanto, confiamos que de todo esto saldrán cosas mejores, pues el Buen Pastor nos acompaña y nos guía por senderos de luz.
Para quien esté en posibilidades de ayudar al Seminario del Buen Pastor de Acapulco en estos momentos.
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