Misa en Tlatelolco honra a las víctimas del terremoto de 1985, a cuatro décadas del sismo
A 40 años del terremoto de 1985, la comunidad de Tlatelolco se reunió en el Reloj de Sol para una misa conmemorativa, recordando a las víctimas y honrando la memoria de los rescatistas y vecinos que vivieron aquel suceso.
En punto de las 7:00 de la mañana, en el lugar donde alguna vez se levantó el edificio Nuevo León —hoy marcado por el Reloj de Sol de Tlatelolco—, la comunidad se reunió para conmemorar a las víctimas del terremoto de 1985, a 40 años de la tragedia.
Cientos de personas se congregaron alrededor del monumento, adornado con flores, velas y fotografías, para participar en la misa presidida por fray Óscar Parra, de la Orden de los Frailes Menores. La celebración eucarística se convirtió en el momento culminante de una jornada marcada por la oración, la memoria y la esperanza, a cuatro décadas del sismo que transformó para siempre la historia de la Ciudad de México.
Una misa por la memoria
“Esta unidad es significativa, no solo por el sentimiento, sino también por la fe, y por eso celebramos hoy esta eucaristía”, expresó fray Óscar al iniciar la celebración.
En su homilía, recordó la importancia de la oración en los momentos difíciles y cómo la fe, aunque sea pequeña, puede sostenernos. “La fe es la que nos sostiene y nos alimenta en este lugar, y nos ayuda a seguir adelante con ánimo y agradecimiento. El cristiano es el que cristifica su existencia; es decir, hace a Cristo parte de toda su vida: en lo alegre y lo emotivo, pero también en lo difícil y lo nostálgico”.
El fraile también invitó a agradecer a Dios por la vida de quienes partieron, recordando que siguen presentes en el corazón de quienes los amaron.
Posteriormente, se guardó un minuto de silencio y, al concluir la misa, familiares, amigos y rescatistas participaron en la lectura de los nombres de las víctimas del edificio Nuevo León y de otras zonas de la ciudad.
Te recomendamos: ¿Qué fue de los templos afectados por el sismo del 2017?
Voces que mantienen viva la memoria
Durante la ceremonia, distintos testigos compartieron lo vivido aquel 19 de septiembre de 1985. Benjamín Isunza González, técnico en redes contra incendios y miembro fundador de los Topos Tlatelolco, recordó que en aquel entonces no contaban con experiencia ni con equipo especializado para rescates, y que comenzaron a trabajar únicamente con picos y palas. “Yo aconsejo a todos acercarse a sus comunidades de Protección Civil, porque la seguridad es de todos”, dijo.
A su testimonio se unió Jesús Ascención Vidal, hoy bombero próximo a jubilarse, quien tenía apenas 16 años cuando ocurrió el sismo. “El terremoto despertó mi vocación. Removí escombros y, al ver la magnitud de lo ocurrido, sentí una deuda. Por eso entré a la Cruz Roja para seguir ayudando”, dijo.
María Guadalupe Adame Hernández sigue recordando la angustia que sintió al no saber nada de su madre durante el sismo, no obstante, reflexionó que “son sucesos que dejan enseñanza. Aquellas vidas, por alguna razón, tuvieron que partir, pero siempre deben recordarse con cariño y gratitud”.
Por su parte, Juan Carlos Carmona Pinzón, quien acude cada año al homenaje, recordó conmovido su primer amor, a quien perdió en el derrumbe del edificio Nuevo León. “Tenía 14 años cuando vi caer el edificio. Aquí murió Lisette, una muchacha muy linda y de buenos sentimientos, mi novia. Rescataron su cuerpo una semana después, el 26 de septiembre”. También recordó que, días después, conoció al tenor Plácido Domingo, quien viajó desde España para recuperar los restos de sus tías fallecidas en el sismo.
Finalmente, Enrique Moreno Cárdenas, presidente nacional de los Boy Scouts de México, compartió su experiencia como joven scout aquel día. “Me puse el uniforme y fui a ayudar donde se necesitara. Perdimos a varios amigos con sus familias. A pesar del miedo y el dolor, nunca dejamos de servir”.
El reloj que detuvo el tiempo
El Reloj de Sol de Tlatelolco, erigido en el mismo sitio donde se levantaba el edificio Nuevo León, permanece detenido a las 7:17 de la mañana, la hora exacta del terremoto. Se trata de un homenaje permanente a las víctimas y un recordatorio de la resiliencia y la solidaridad que surgieron entre los escombros.
A 40 años del sismo, la comunidad no solo recuerda la tragedia, sino también la fuerza que brotó de ella. Porque el terremoto del 85 dejó cicatrices, pero también enseñó que la vida, la fe y la solidaridad son más fuertes que cualquier derrumbe. Hoy, entre velas, flores y oraciones, las familias siguen elevando sus plegarias por quienes partieron, pidiendo a Dios la fortaleza para mantener viva la memoria y construir un futuro en comunidad. Porque, aun en medio de la pérdida, en Cristo siempre brilla la luz de la vida eterna.