Era 9 de junio, y en las intenciones de la Santa Misa de las 6 pm, el sacerdote carmelita Raúl Varga había incluido una intención muy especial: por María Antonieta Bringas, quien ese día estaba cumpliendo 100 años de edad.
Aquel día había muchas personas en el santuario parroquial de Nuestra Señora del Carmen La Sabatina, entre ellas una veintena de religiosas franciscanas que habían acudido a participar en la Eucaristía que presidía el obispo auxiliar de México, Carlos Enrique Samaniego López, con motivo de la visita pastoral a esa iglesia.
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Sólo pocos sabían que la señora María Antonieta se encontraba entre los feligreses del templo. Había llegado a la Santa Misa en su silla de ruedas para agradecer a Dios un siglo de vida.
Fue en el momento de la Comunión cuando una persona la acercó hasta el presbiterio para que la festejada pudiera recibir el Cuerpo de Cristo. Hasta entonces los asistentes se percataron de su presencia, y al final el obispo Carlos Samaniego bajó las escalinatas para felicitarla y darle la bendición.
Sin que nadie se diera cuenta, las religiosas franciscanas comenzaron a organizar una bella sorpresa para la señora María Antonieta: llamaron disimuladamente al responsable del coro de la parroquia para pedirle que las acompañara con la guitarra a fin de cantarle las mañanitas.
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Pero no sólo fueron ellas, pues al ver que las religiosas comenzaban a formar un círculo en torno a la festejada, más feligreses se unieron. Y al escuchar la primer nota de la guitarra, prácticamente todo el templo empezó a cantar.
María Antonieta no lo podía creer, incluso, no pudo detener el llanto al escuchar las finas voces de las religiosas franciscanas llenando toda la inmensa nave del templo.
Al final, la porra: Chiquitibum a la bim bom ba, chiquitibum a la bim bom ba, a la bio, a la bao, a la bim bom ba, María Antonieta, María Antonieta, ra, ra, ra.
No faltaron los feligreses que, con sus chiflidos, imitaron el sonido de los cuetes para darle más alegría al festejo. Y tan bien lo hacían, que no faltó quien buscaba desde dónde estaban quemando aquellos “cuetes” en honor de doña María Antonieta Bringas.
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