Por Colegio de Exorcistas
En diferentes momentos de la historia, los Pontífices han denunciado la acción de Satanás en el mundo. El Papa Francisco no ha sido la excepción, y en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate (Llamados a la santidad) recuerda a los católicos que la vida espiritual es un combate, no sólo contra la mentalidad del mundo o las propias inclinaciones de la carne, sino contra Satanás y sus ángeles apóstatas.
La Iglesia es consciente de que esta batalla espiritual durará hasta el día en que Nuestro Señor Jesucristo venga de nuevo, pues el mundo entero yace bajo el poder del maligno. En todas las acciones que atentan contra la vida, la familia, la Iglesia o la sociedad está de manera directa o indirecta la acción del maligno, pues él es “homicida desde el principio”. Tal como lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, detrás del pecado original se encuentra la voz seductora del “padre de la mentira”.
Estamos viviendo tiempos en los que el satanismo se ha hecho una cultura, e incluso, una religión aprobada en algunos países por el propio gobierno; tiempos en que la cultura de la muerte ha permeado los diversos sectores de la sociedad; tiempos que se caracterizan por la ausencia de fe y el aumento de prácticas contra el Primer Mandamiento de la Ley de Dios, y que han permitido que el demonio golpee con fuerza a la Iglesia Católica.
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Ante esta realidad, no es extraño que en estos últimos años se haya observado un incremento de personas que están siendo vejadas de manera extraordinaria por el maligno, mientras que los casos en donde las personas necesitan un exorcismo van en aumento. No podemos evitar mirar esta situación que los Papas han denunciado con valentía y en diferentes ocasiones, como lo hizo Pablo VI con estas palabras en una audiencia: “El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y perversor”.
Sin embargo, la Iglesia Católica no mira con ojos de fatalidad este momento histórico que estamos viviendo, sino que, confiada en su Señor, sabe que en medio de la crisis, no es la muerte, el dolor o el pecado quien tiene la última palabra, sino Dios.
Es Jesús quien está siempre presente en su Iglesia, quien sigue actuando y sigue instaurando su Reino, salvando y restaurando al hombre en su totalidad.
La Iglesia combate con la autoridad de Cristo esta realidad de pecado y maldad, haciendo presente el Señorío de Jesús en la historia, en la vida y en el corazón de los hombres a través de la Pastoral de Liberación y, en ocasiones, sólo en ocasiones, a través del Ministerio de Exorcismo.
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