“Antes de despedirnos para ir a descansar, me preguntó qué misa le iba a preparar y le contesté que la de los Santos Ángeles Custodios. Sonrió y se fue a su habitación”.
Así recuerda la hermana Sor Margherita la última conversación que sostuvo con Su Santidad Juan Pablo I, a quien horas más tarde encontró muerto en su cama. El “Papa de la sonrisa”, como era conocido Juan Pablo I, falleció la mañana del 29 de septiembre de 1978, solo 33 días después de asumir el pontificado.
“El Papa había trabajado intensamente todo el día, como siempre. Estaba leyendo y escribiendo mucho; estaba preparando un documento para los obispos y practicando su inglés, para algunas audiencias que estaban programadas”.
“Esa tarde, como era su costumbre, había rezado con nosotras, las cuatro Hermanas de María Bambina que estaban sirviendo en el piso papal. Cada una tenía su propia tarea, y yo me encargaba de los preparativos para la celebración litúrgica de la mañana, en la que participábamos con él” recuerda la religiosa en una entrevista con Famiglia Cristiana, y publicada en Religión Digital.
Sor Margherita era una de las cuatro religiosas encargadas de la atención del papa italiano, que será beatificado el próximo 4 de septiembre. La mañana siguiente, todo estaba preparado en la mesa para recibir al Santo Padre, antes de celebrar la Eucaristía. A las 5:45 de la mañana, tomaba su café, pero ese día no llegó.
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“A estas alturas todo estaba listo para la misa, pero vimos que el café seguía allí… y el Papa aún no había llegado. Nos quedamos asombradas, y mi hermana dijo: ‘¿Qué hacemos, tocamos?’. Era algo extraño, nunca solíamos llamar a la habitación de Su Santidad…”.
Una de ellas, sor Vicenza, decidió abrir la puerta de la habitación, y le pidió a Margherita que fuera con ella. “El Papa -recuerda- estaba en la cama, con las gafas aún apoyadas en la nariz… con papeles en el regazo, como si se hubiera quedado dormido mientras leía. Parecía estar durmiendo, con una expresión serena. Le llamamos, ‘Su Santidad…’, pero no respondió. Estaba inmóvil. Así que corrimos hacia las secretarias, que llegaron inmediatamente, lo tocaron, estaba frío; luego los médicos lo declararon muerto”.
El papa Albino Luciani conocía muy bien a las hermanas de María Bambina desde su época como obispo de Vittorio Veneto y, por eso, las invitó a acompañarlo al Vaticano. La Madre General le pidió a Sor Margherita que formara parte de la comunidad, pese a que solo tenía 37 años, muchos menos que otras hermanas de la congregación, con más experiencia.
“No sabía nada de la nueva misión a la que estaba destinada; estaba perpleja, tenía miedo de no estar a la altura y no sabía qué debía hacer… La Madre General me dijo que no me preocupara, que nuestro trabajo consistía en hacer todo lo que el Papa necesitara: cuidar de su persona, del vestuario, lavar, planchar, preparar la misa. Y así lo hice, desde ese momento, durante 33 días”.
Han pasado 44 años desde aquel día, y ella ha vuelto una vez más al Vaticano para nueva misión de servicio a Juan Pablo I. Será la encargada de llevar las ofrendas en la Misa de su beatificación.
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