Su corazón estaba a punto de pararse, pero quería ver a sus hijos
Mónica vive en la Ciudad de México, y en la recuperación de su salud presenció lo que considera un milagro.
“Literalmente sentí como me quedaba sin pila, como los celulares”.
Así recuerda Mónica aquella ocasión en que, tras abandonar el hospital por su propia voluntad -luego de haber estado internada por casi un mes-, quería ver a sus tres hijos, pues quizás sería la última vez.
Una vida de milagros
Mónica y Víctor viven en la Ciudad de México, y su matrimonio es una historia de milagros.
El primero de ellos comenzó cuando estaban a punto de casarse y se practicaron los estudios prenupciales. El resultado era claro: ‘no podrían tener hijos’. La triste noticia la recibieron justo el día en que murió Juan Pablo II.
“Ya sabes lo que tengo -le dijo Mónica a Víctor- si aún así te quieres casar conmigo, es tu decisión”. Pero Víctor no dudó ni un segundo, y le reiteró su amor y el deseo de vivir por siempre a su lado.
A pesar de la sentencia médica, un año después de haber contraído Matrimonio llegó su primer hijo, a quien llamaron, por cierto, Juan Pablo.
Y a él le siguieron dos mujercitas.
Cuando nació la primera de ellas, Mónica se sintió mal durante la cesárea. 02Después vino la segunda niña, y entonces las cosas se complicaron nuevamente; sin embargo, los malestares le fueron atribuidos a la pérdida de sangre por la cesárea.
Fue entonces que el ginecólogo le pidió que se hiciera un electrocardiograma a fin de verificar que el corazón estuviera bien. En el laboratorio le mandaron atención médica urgente, ya que habían detectado un problema en el corazón.
Pero Mónica tardó todavía mucho tiempo en atender las indicaciones, pues se sentía muy bien. Pero cuando finalmente lo hizo, la detuvieron en un hospital por casi un mes, mientras le realizaban estudios.
Como no lograban dar con la causa de la alteración cardiaca, a Víctor y a Mónica se les ocurrió que podían dejar aquel lugar e irse a otro hospital, aunque antes querían hacer una parada en casa para ver a sus tres hijos, pues no sabía cuánto tiempo la volverían a internar y si saldría bien.
200 metros en una hora
Después de firmar que salían del hospital sobre su propio riesgo, Mónica fue a casa, donde ya la esperaban sus tres hijos. Junto con su esposo Víctor, llegó en taxi hasta la entrada de la unidad habitacional, pero al bajar del auto, ella comenzó a sentirse mal.
“Sentía como que flotaba, pues mi corazón se estaba quedando sin energía. Los 200 metros de la entrada de la unidad habitacional hasta la casa, que habitualmente los hago en 10 minutos, los hice en una hora aproximadamente”, cuenta.
Pero el haber visto a sus hijos aquel día fue la energía que le permitió descansar para atenderse al día siguiente en otro hospital. Cuando Mónica llegó, la recibieron de emergencia y la internaron, pues iba sumamente débil. Y es que, para entonces, su corazón registraba sólo 37 pulsaciones por minuto.
Una señal
Días después le indicaron que era necesario practicarle un estudio, pero ella había escuchado de una persona que, al hacérselo, había quedado discapacitada.
Mónica tenía mucho miedo en aceptar el estudio, pues le preocupaban sus pequeños hijos. ‘¿Qué harían con una madre discapacitada?’, pensaba. Sobre todo cuando sólo tenían 6, 4 y 2 años de edad.
Mientras oraba, las cosas se aclararon
“Si tú, Señor, eres el dueño de la vida, entonces mi vida depende de ti. Que se haga tu voluntad. Sólo dame una señal de que todo va a estar bien”, le dijo a Dios. Y la respuesta no se hizo esperar.
Al día siguiente, una persona que se encontraba en el mismo cuarto, se le acercó para platicar con ella:
–No tengas miedo del estudio que te van a hacer. A mi hijo se lo hicieron cuando estaba pequeño, y ahora está muy bien.
-¿Cuántos años tiene tu hijo.
-Tiene 33 años, actualmente.
-¿Y cómo se llama?
-Jesús.
Esa era la señal que Mónica estaba esperando para aceptar que le practicaran el estudio.
Pero el Día de la Inmaculada Concepción de María le avisaron que ya no se lo realizarían, sino que le pondrían un marcapasos.
Su servicio a la Iglesia
Actualmente, parte de su vida la dedica a la evangelización con su esposo, como misioneros, llevando a la Virgen Peregrina de Schoenstatt a las familias “para que Ella las visite e interceda ante su Hijo Jesús ante sus necesidades espirituales y materiales en la unidad habitacional en la que viven”.
Mónica y Víctor se encontraron recientemente con el obispo auxiliar Héctor Pérez Villarreal, quien les compartió la devoción de su familia por la Virgen de Schoenstatt y al movimiento de Schoenstatt.