Lo debía ser un paseo sencillo y alegre para la familia de Daniel y Leila Abdallah se convirtió, en un abrir y cerrar de ojos, en uno de los peores accidentes de tráfico que ha habido en Australia en los últimos tiempos.
El 1 de febrero de 2020, un hombre borracho y drogado, que circulaba a 150 kilómetros por hora -tres veces por encima del límite permitido-, atropelló a siete niños en la ciudad de Sidney, matando a cuatro de ellos: Anthony, Angelina y Siena, hijos de Daniel y Leila; y su sobrina, Veronique Sakr, quien celebraba su cumpleaños.
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Su hija Liana también resultó herida. Otro primo, Charbel Kassas, estuvo en coma varios meses, y su hermana también sufrió el impacto.
“Llegaron policías, enfermeros, ambulancias y bomberos. Acordonaron la zona y me echaron de allí. Vi de lejos cómo los agentes tapaban a Antony, Angelina, Sienna y Veronique con una sábana blanca. Desaparecieron. Desde mi corazón le dije a Dios: ‘Esto es demasiado grande para mí, te lo entrego’”, contó Daniel, al ofrecer su testimonio junto a su esposa, en el Encuentro Mundial de las Familias 2022.
Leila llegó minutos después al lugar del accidente. La pequeña Liana se acercó a ella sangrando, y la acompañó en ambulancia al hospital. Pensó que los niños sólo estaban heridos.
“Cuando Danny llegó con cuatro sacerdotes me di cuenta de que tres de mis hijos habían muerto. Lloraba, gritaba e imploraba que no fuera verdad”.
Dos días después volvió al lugar de los hechos y encontró el lugar lleno de flores. Se arrodilló y comenzó a orar.
“Recé un Padrenuestro, un Ave María y la oración de Fátima. Recé siete veces, una por cada niño. Sentía un gran peso, como si estuviera recorriendo un Via Crucis y solo pudiera ver a Jesús en la cruz”.
Cuando la prensa la abordó, Laila no sabía qué decir. Después de todo, ¿qué palabras podrían salir de la boca de una madre que había perdido en un instante a la mitad de su familia?
“Cuando me preguntaron por el conductor, dije: ‘No le odio, creo que mi corazón le ha perdonado, pero quiero que el tribunal sea justo’”.
“No sabía el impacto que podían causar estas palabras. Creo que el Espíritu Santo movió mis labios para pronunciar palabras de perdón. Los periodistas me preguntaron cómo podía ayudarme la gente y les pedí que fueran allí a rezar”.
Esa noche, miles de personas llenaron aquella calle y le acompañaron a rezar el Rosario. Volvieron al día siguiente… y al siguiente, y así, hasta el funeral.
La prensa hablaba más del perdón y de la fe que del accidente. ¿Cómo puede perdonar?, ¿Por qué habría que perdonar a un hombre que ha atropellado a siete niños?, ¿Cómo es posible mantener la fe?, ¿Cómo sigue amando a un Dios que le ha hecho esto?
Danny y Leila son católicos maronitas y han dado a todos sus hijos una profunda educación en la fe.
“En estos 18 años de matrimonio siempre hemos rezado el Padre nuestro pidiendo a Dios que ‘perdone nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’”.
“Es una oración muy potente si se dice en serio. Amigos, el perdón es nuestro camino hacia la santidad”.
”El día que mis hijos entraron en la vida eterna, tuve que tomar una decisión. ¿Qué camino tomar? ¿Tomo el camino de la destrucción o el de la construcción? ¿anestesio el dolor con drogas y alcohol o decido abrazar este dolor?”, se preguntaba Danny.
Aunque han aprendido cómo perdonar, reconocen que el dolor sigue siendo insoportable.
“Lo llevo conmigo desde el día de la tragedia -reconoce él-, paso noches sin dormir y hay días que me siento sin esperanza. La decisión que tomara no iba a eliminar mi dolor, pero definiría dónde íbamos a estar mi familia y yo para el resto de nuestra vida”.
“Decidí perdonarme a mí mismo por invitar a mis hijos a dar aquel paseo. Decidí perdonar al agresor obedeciendo a mi Padre que está en los cielos. Si mis hijos estuvieran hoy aquí, me dirían: ‘Papá, perdónalo’”.
Hoy, Danny y Leila han sumado otra hija a la familia, a quien bautizaron con el nombre de Selina, en memoria de las pequeñas Angelina y Sienna.
También, han logrado convertir aquella tragedia en un movimiento que ayuda a personas que han sufrido pérdidas similares, y que celebra cada año el “i4fgiveday” (Día del Perdón).
“Danny y yo tenemos un mensaje de Dios para todos -agrega Leila-. Es el mensaje central del cristianismo. Son las últimas palabras que pronunció Jesús en la cruz: el perdón. Es una decisión que tomamos. La decisión de dejar que la rabia y el rencor se vayan”.
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