El beato Anacleto González Flores, un ejemplo de laico
El patrono de los laicos mexicanos fue líder de la resistencia pacífica.
Anacleto González nació en Tepatitlán, Jalisco, el 13 de julio de 1888, segundo de 12 hijos de una familia pobre que fabricaba rebozos. Él salía a venderlos.
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Por su facilidad de palabra; era el orador del pueblo. Cantaba, estaba en la banda de música. Era alegre y fiestero.
Tras asistir a un retiro tuvo una conversión. Enseñaba catecismo a los niños del pueblo. Con un viejo fonógrafo en la ventana, tocaba melodías para atraerlos y hablarles de Dios.
Por su piedad fue invitado a entrar al seminario. Aprovechó tanto que si faltaba un profesor, podía sustituirlo. Lo apodaron ‘el maistro Cleto’. Pero no tenía vocación sacerdotal. Al empezar la persecución religiosa se fue a Guadalajara a estudiar leyes. Decía: “Quiero ser licenciado para luchar por la Iglesia y la Patria.”
Estableció círculos de estudio de apologética, historia, sociología, y el grupo ‘Falange de la Patria’. Quería formar a los jóvenes en piedad, estudio y acción.
Nunca lucró con su profesión. Se casó y tuvo dos hijos. Su esposa no toleraba su labor política y su pobreza, pensaba que dado el talento de Anacleto, debía ser rico.
Fundó la ‘Unión Popular’ para defender derechos de campesinos y obreros, y se unió a la Confederación Católica del Trabajo.
Fundó un grupo afiliado a la recién fundada ACJM (Acción Católica de la Juventud Mexicana). El Papa Pío XI lo condecoró con la cruz Pro Ecclesia et Pontifice.
Fundó el semanario católico ‘La Palabra’. Denunciaba los atropellos y el nefasto anti-catolicismo de la Revolución, el protestantismo y la masonería.
Anacleto González publicó varias obras, entre ellas: Ensayos, y Tú serás Rey en la cual pide a los cobardes retirarse, pues son ‘lastre y fermento de miedo’, e invita a los católicos a ser osados para luchar por defender el Reino de Cristo.
En 1918 lideró una lucha pacífica, con manifestaciones y boicots económicos, y logró que se derogara un decreto anticlerical.
Iba diario a Misa, oraba, rezaba el Rosario. Solía dolerle el estómago de noche; lo aguantaba sin tomar medicina, para poder comulgar al otro día (en ese tiempo el ayuno eucarístico era de muchas horas).
Fundó un periódico católico clandestino llamado Gladium, de 100 mil ejemplares.
En 1926, durante la persecución religiosa se fundó la ‘Liga de la defensa de la libertad religiosa’, a la cual Anacleto unió su Unión Popular. Aumentaron secuestros, torturas y asesinatos de católicos. Fue perseguido.
El 29 de marzo de 1927 rezó con su familia, jugó con sus hijos, y fue a ocultarse a casa de unos amigos. De madrugada, escribía un texto para Gladium, cuando unos militares fueron por él. Le preguntaban dónde estaba el arzobispo. Respondió: ‘No lo sé, pero si lo supiera no se lo diría’.
Lo torturaron colgándolo de los pulgares. Le desollaron la planta de los pies. Resistió. Decidieron matarlo. Declaró: “He trabajado por defender la causa de Cristo y de Su Iglesia. Ustedes me matarán, pero conmigo no morirá la causa, muchos detrás de mí están dispuestos a defenderla hasta el martirio”.
Al general que ordenó su muerte le dijo: ‘Lo perdono de corazón. Pronto nos veremos ante el tribunal divino. El mismo Juez que me va a juzgar, será su Juez. Entonces usted tendrá en mí un intercesor con Dios.”
Le clavaron una bayoneta. Sus últimas palabras fueron: “Yo muero, pero Dios no muere. ¡Viva Cristo Rey!” Era el 1 de abril de 1927.
El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 20 de noviembre de 2005. El 11 de julio de 2019 el Papa lo declaró Patrono de los laicos de México.