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El amor a Dios fue su gran impulso para ir al seminario

Seguir a Dios no ha sido tarea fácil para Sergio, seminarista desde hace seis años.

6 abril, 2020
El amor a Dios fue su gran impulso para ir al seminario
Sergio Zambrano, seminarista. Foto: Seminario Conciliar de México

Desde hace seis años, Sergio Zambrano es seminarista. Su vocación la sintió desde muy pequeño, cuando se estaba preparando para recibir la Primera Comunión. Sin embargo, su sueño de seguir a Dios lo aplazó por muchos años, los cuales vivió diferentes con diferentes pruebas que pusieron a prueba su vocación y su fe.

“Admiraba mucho a un sacerdote de mi comunidad, en Chiconcuac, en el Estado de México. Me emocionaba mucho verlo hablando con las personas, cuando daba la Comunión y cómo confortaba a la gente, yo decía: ‘quiero ser como él”.

A los 10 años, comenzó a sentir el llamado. El sacerdote que lo preparaba a él y a un grupo de niños, les dijo en broma, que podían ir vestidos hasta de sacerdote o de monja, pero bien arreglados para recibir su sacramento

“Mi corazón estalló de alegría al saberlo y me di a la tarea de convencer a mi hermana de que se vistiera de monja; sin embargo, yo no pude ir vestido de sacerdote, pues era caro que me confeccionaran la sotana, así que, sólo fui con mi traje y mi hermana sí fue vestida de monja”.

Recuerda que, desde esa edad sabía que quería ir al seminario a prepararse, pero su familia se lo impedía, pues al ser el mayor de los hermanos, tenía que ayudar en el negocio familiar de confección de ropa.

El seminarista Sergio Zambrano en la Basílica de Guadalupe

El seminarista Sergio Zambrano en la Basílica de Guadalupe

“Mi papá me dijo, ‘si te vas al seminario no cuentes con nuestro apoyo, en ninguno de los sentidos. Mi condición para apoyarte es que termines una carrera, la que quieras y me traigas el título”, así, por cinco años más cumplió los sueños de su papá.

Sergio estaba consciente que tenía a cuestas una gran responsabilidad como hermano mayor: ayudar en su casa, en el negocio y cumplir las expectativas de sus padres.

“Le pregunté a mis amigos qué carrera era la más sencilla, y elegí Derecho. Acabé, le llevé la constancia a mi papá, pero me dijo que me titulara, que así no valía, así que estudié la especialidad en Derecho mercantil. Cuando acabé le llevé mi título, pero las cosas no estaban tan bien en el negocio y me quedé un tiempo más, hasta que ya no pude”.

Sin más que su vocación, Sergio salió de su casa directo al seminario. Sus papás, a regañadientes aceptaron y le pusieron muchas trabas, y sus hermanos tampoco aceptaban.

“Me ha costado mucho trabajo, en el aspecto material, pues tenía que pagar la colegiatura y los gastos diarios. De verdad me he tenido que apretar el cinturón, pero mucho, en algunas ocasiones he tenido que decidir entre comer o pagar colegiatura”.

“A pesar de todo esto Dios nunca me ha dejado, siempre he encontrado en la gente un plato de comida, una palabra de aliento, una sonrisa, cobijo, nunca he estado solo. Si tienes presente en tu corazón y tu mente que Dios está en tu vida, no te faltará nada, eso te lo puedo asegurar, porque lo vivo día a día”.

La familia de Sergio ha aceptado su camino y ha comprobado que es una vocación real, y a decir de Sergio, ya hasta presumen que pronto será sacerdote, en especial su papá.

“En este sexto año como seminarista, he estado viviendo en comunidad parroquial, me he dado cuenta la realidad de ser sacerdote y la entrega que implica. Ahí uno palpa lo que quiere Cristo de nosotros, me entusiasma y me llena de alegría”.

“He podido ver que la Iglesia somos todos desde la gente que va de vez en cuando a Misa, los laicos comprometidos, los consagrados, los sacerdotes, las religiosas y la gente que acude a nosotros para recibir algún consejo. En cada uno de nosotros vive el Señor”.