Antonio García Torres, de 47 años, lleva orgulloso el primer apellido del padre Chinchachoma. Llegó a Hogares Providencia con siete años y salió después de cumplir 18 para ser independiente.
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“Yo viví en situación de calle aproximadamente seis meses, padeciendo las inclemencias del tiempo, el hambre, sed (…) Salí de mi casa por maltrato, golpes, insultos, nadie aguanta eso”, recuerda.
Pero fue gracias a una señora a la que le pidió unas monedas en la zona de Salto del Agua, que conoció a Chinchachoma, ya que ella lo llevó a una de las casas. “Mi intención era robarle, yo tenía siete años y buscaba la forma de sobrevivir”.
En Hogares estudió primaria, secundaria y preparatoria. Salió de ahí, consiguió empleo y se mantuvo en contacto con el Chincha, su papá. La última vez que lo vio fue un mes antes de su muerte, cuando le presentó a su hija, Michelle.
“Era el abuelo más feliz del mundo, después de haberme sacado adelante y de haberme dado todo (…) Soy feliz, creo que no me falta nada, pero sigo sintiendo que me falta él”, dice emocionado.
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