Como Jonás, a quien Dios pedía ir a la ciudad de Nínive; pero él, desobediente, se embarcó hacia Tarsis, así José Manuel de Urquidi por mucho tiempo se negó al llamado que Dios le hacía, hasta que, de manera similar al profeta, cayó al mar de la obsesión por el dinero, se dedicó de lleno a su negocio de cervezas artesanales, sintió miedo de separarse de Dios y decidió atender por fin su voz interior.
José Manuel cuenta que nació en Monterrey (Nuevo León), el seno de una familia muy católica; fue el primero de 6 hijos del Matrimonio entre don Manuel de Urquidi y doña Adriana González, quienes fundaron hace 41 años la comunidad Jésed, de donde emana el conocido ministerio de música Jésed.
“Era el tiempo -platica- en que en México aún no había comunidades de familia en la Iglesia; pero mi papá era firme en sus convicciones; tanto, que por entregarse a esta comunidad, dejó pasar muchas cosas, como negocios, como la oportunidad que se le presentó para estudiar una maestría en el extranjero, y mucho más”.
Por tal razón, a José Manuel de Urquidi le tocó estar rodeado desde muy pequeño de todo lo relacionado con la Iglesia: oración personal y familiar todos los días, conocer vidas de santos, asistir regularmente a Misa, y todo lo que implica ser parte de una familia comprometida con la religión. Sus mejores amigos eran hijos de familias que poco a poco se fueron sumando a Jésed.
Sucedió que al entrar a la preparatoria, empezó a conocer jóvenes alejados de la religión y hacer con ellos una amistad que duraría mucho tiempo. “No éramos de fiestas -aclara-, pero sí de tertulias intelectuales: hablábamos sobre temas filosóficos, cuestionábamos todo; unos se decían ateos, otros agnósticos, y yo me fui metiendo tanto en ese mundo que incluso escribí una disertación sobre la inexistencia de Dios”.
Aún así, José Manuel se acercaba a la Iglesia a preguntar sobre algunas cuestiones teológicas, que ya no le convencían tanto porque no encontraba argumentos profundos o temas de apologética que le hicieran reconsiderar seriamente su fe.
“Era andar de un lado a otro; a veces inclinado hacia el ateísmo y a veces queriendo escuchar esa voz interior que me hacía un llamado de vuelta a la fe, pero que yo me resistía a escuchar. Así que a los 17 años tomé una decisión: ubicarme definitivamente de un lado o del otro, y actuar en consecuencia”.
Aquella decisión de inclinarse definitivamente hacia un lado o hacia el otro, José Manuel quiso tomarla con seriedad; de manera que prefirió perderse su fiesta de graduación e irse un verano a Minnesota para estar dos meses en formación con miembros del movimiento Saint Paul’s Outreach. “Ahí me di cuenta de que uno podía profundizar en la fe a través de la razón. Así que volví a Monterrey decidido a darle con todo a la evangelización”.
Sin embargo -como él mismo señala-, comenzó a llevar una vida dividida: por una parte en retiros, hablando de Dios a quienes no conocía, y por la otra, conviviendo de igual manera con sus amigos de la preparatoria.
“Ocurrió lo mismo en el tiempo en que estuve estudiando en la carrera de Derecho; en la universidad mis amigos ni siquiera sabían que yo estaba metido en temas de Dios ni que asistía a la Iglesia. Mostraba una cara para un lado y otra para el otro. Aunque seguía siendo católico, fui dejando la oración personal, y la Iglesia pasó a formar sólo una parte de mi vida, así como el trabajo o cualquier otro aspecto”.
Ya siendo abogado, José Manuel de Urquidi se metió en temas financieros, y comenzó a irle muy bien económicamente como encargado en México de un Family Office de Boston. “Todo ahí era saber de trabajo, dinero y avaricia; ver qué sacarle al otro en cuestión de términos, cómo obtener mayores beneficios para nuestro lado. Los domingos eran para mí días horribles, porque a la vuelta estaba el lunes y todos los problemas de trabajo”.
En el año 2013, laborando aún para The Boston Family Office, decidió emprender un negocio como fabricante de cervezas artesanales, y su producto inmediatamente comenzó a distribuirse a nivel nacional en los principales supermercados, de manera que en 2015 dejó el tema financiero y se dedicó a hacer crecer su negocio.
Ya casado y con hijos, a José Manuel se le vino una avalancha de actividades: “Distribuir las cervezas artesanales en los supermercados, tratar asuntos con la Asociación de Microcerveceros de Nuevo León, ir a festivales, a eventos por las noches, asistir a restaurantes y bares; trasladarme a un estado de la República, a otro; que ahora hay que ir a la Ciudad de México, que al Hipódromo, que al Centro Banamex; que ahora atender también el restaurante, y muchas cosas más”.
Cuenta que era un trabajo que le demandaba mucha actividad, sobre todo los fines de semana, lo cual le era difícil de empatar con la convivencia familiar. “Entreví entones que había tomado el camino equivocado. Y como Jonás -dice-, aún dentro de la gran ballena seguía sintiendo el llamado de Dios, pero me resistía a atenderlo; hasta que el animal me dejó salir.
“Mi esposa y yo nos metimos a un grupo de la Iglesia para matrimonios -refiere José Manuel de Urquidi-. Yo la verdad iba a la fuerza; ni siquiera tenía ganas de hablar con la gente de ahí. Un líder me empezó a hablar de las cosas que el Señor quería de mí, ¡y yo terco con que no! Yo quería seguir creciendo en mis negocios de cervezas artesanales, poner otros restaurantes, cosas que dejaran dinero”.
Pero finalmente, y “después de que la ballena lo vomitó” decidió atender su voz interior, que le hablaba de su papel fundamental en el hogar, de la salvación de su alma y la de su familia. “En un año solté todo lo que había logrado en torno a la fabricación de cervezas artesanales, el último negocio lo dejé en julio del año pasado. Y ahí empecé a ver qué cosas hacer en materia de evangelización; comencé con un podcast de contenido católico, después fui haciendo otros; posteriormente fundé el apostolado Juan Diego Network. Y ahora me dedico a dirigir esta iniciativa”.
Juan Diego Network es una iniciativa dedicada a fortalecer, a través de contenidos de alta calidad, el trabajo de la Iglesia católica a favor de los latinos en Estados Unidos, México y Latinoamerica, misma que el pasado 29 de agosto se hizo acreedora al premio internacional OSV Innovation Challenge, otorgada por el OSV Institute, con sede en Indiana, Estados Unidos.
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