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Las aportaciones de la Iglesia al control de epidemias en México

21 enero, 2020
Las aportaciones de la Iglesia al control de epidemias en México
La Iglesia tuvo un importante papel en el control de epidemias.
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Este 2020 se cumplen 500 años de la presencia de epidemias como la viruela que azotaron a México, y de acuerdo a las crónicas, la primera de todas fue introducida a partir del 4 de mayo de 1520, por un negro de nombre Francisco Erguía que acompañaba a Pánfilo de Narváez quien llegó a Veracruz con la fallida intención de apresar a Hernán Cortés por orden del gobernador de Cuba, Diego de Velázquez. 

Fray Bernardino de Sahagún dice que esta epidemia duró 60 días y que “de esta pestilencia murieron muchos indios; tenían todo el cuerpo y toda la cara, y todos los miembros tan llenos y lastimados de viruelas que no se podían bullir y menear de un lugar, ni volverse de un lado a otro daban voces”. Es incalculable el número de muertos, pero es indudable que pudieron haber llegado a millones de personas.

La medicina indígena estaba desarrollada, ciertamente, e incluso, había jardines botánicos con plantas medicinales como el de Oaxtepec, sin embargo, los nativos carecían de anticuerpos y fueron muy vulnerables a las nuevas enfermedades. Hubo varios brotes de epidemias entre los pueblos indígenas, y entre las víctimas de la viruela el Tlatoani Cuitláhuac cuyo gobierno solo duró 80 días, y el tío de San Juan Diego quien murió el 15 de mayo de 1544, conforme lo cuenta el Nican Motecpana “a consecuencia de la epidemia del cocolixtli o hueyzahuatl (viruela)”.

El sarampión apareció en México hacia 1530, y se sabe que para 1544, esta epidemia causó la muerte de 100 personas diarias. Ante la imposibilidad de enfrentar este mal, “los franciscanos discurrieron organizar una procesión que saliendo de Tlatelolco se dirigiera al Tepeyac… y se dice que al día siguiente de la procesión, la mortandad bajó sensiblemente hasta que finalmente cesó la epidemia”, asegura la historiadora Ana Rita Valero en su libro Santa María de Guadalupe a la luz de la historia.

Después de la Conquista, el primer hospital que se fundó en México lo estableció Hernán Cortés en 1521, y recibió el nombre de Hospital de Jesús, que atendió a españoles e indígenas; el conquistador sostuvo los gastos del hospital hasta 1547, pero después de su muerte, continuó financiándose con la renta de sus inmuebles, lo que dejó estipulado en su testamento.

Le siguió el Hospital de San Lázaro, fundado entre 1521 y 1524 por el doctor Pedro López a iniciativa de Hernán Cortés, y estuvo dedicado a los leprosos. Inicialmente se construyó en la Tlaxpana, pero como los enfermos bebían del agua que llegaba a la ciudad de México, se mudó al otro extremo, cerca de la actual zona de San Lázaro.

El Hospital Real de San José de los Naturales fue fundado en 1532 por Fray Pedro de Gante y otros franciscanos para atender exclusivamente a los indígenas y llegó a tener capacidad para atender a 400 personas; fue muy útil durante la epidemia de sarampión que entre los nativos era conocida como tepitonzahuatl. Allí se realizó la primera autopsia en México.



Exploraciones en la fosa común del Hospital Real de San José de los Naturales en 1992, durante la construcción de la línea 8 de Metro, en la Estación San Juan de Letrán, arrojó el hallazgo de 600 esqueletos, de los cuales, 20 eran de descendencia africana, y se cree que fueron sepultados allí en respuesta a la epidemia de sarampión.

Hacia 1570 apareció el tifus, y el cólera hacia 1830. Otras enfermedades que enfrentaron los nativos fueron la sífilis, a partir de 1529 y el tifus, y en todo momento, la Iglesia respondió, no tan solo con la fundación de hospitales, sino en la atención de los enfermos. Un caso destacado es la presencia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, especializada en este rubro. 

Hubo otros hospitales en Nueva España: El de San Juan de Letrán fue fundado en Puebla por el Ayuntamiento en 1535, y en 1541, Fray Juan de Zumárraga fundó el Hospital del Amor de Dios, para atender a los enfermos sifilíticos, y era sostenido por la Catedral de México. Funcionó hasta el siglo XVII.

Hubo otros hospitales: el de Nuestra Señora de Belem, en Tlaxcala; el de San Hipólito, creado por Fray Bernardino Álvarez con la colaboración de la Orden de los Hermanos de la Caridad; el Hospital Real de la Epifanía también conocido como de Nuestra Señora de los Desamparados; y el Hospital del Espíritu Santo. 

De acuerdo con  Serge Guruzinski, en el libro La Colonización de lo imaginario, en 1577, los indios zapotecas de Ocelotepec, tras una epidemia que causó 1200 víctimas, reanudaron los sacrificios humanos para que sus viejos dioses pusieran término a la enfermedad.

La historiadora Rita Valero señala que en 1737, durante la epidemia que azotó a Nueva España, el cabildo de México proclamó a la Virgen de Guadalupe como Reina, y a este patrocinio se sumaron en menos de un mes los ayuntamientos de Puebla y Valladolid; la diócesis de Oaxaca, y ciudades como Querétaro, Toluca, San Miguel el Grande, Santa Fe, Guanajuato, Zamora, Aguas Calientes, Guadalajara y Guatemala, lo que también influyó notablemente en la propagación de esta devoción por todo el país y la paulatina disminución de la enfermedad fue notable.

La Iglesia fue especialmente útil al facilitar los libros parroquiales al Dr. Francisco Javier Balmis, cuando realizó la primera expedición sanitaria de la historia al llevar la vacuna de la viruela –brazo a brazo- durante el reinado de Carlos IV, hacia 1804. Ya que aún no existía un registro civil, los libros con las constancias de bautismos sirvieron como registros sanitarios.

De México, el Dr. Balmis, quien en 1778 también prestó sus servicios en el Hospital del Amor de Dios, en 1805 se llevó a Filipinas a varios niños mexicanos, con la vacuna en su cuerpo, para que con el mismo procedimiento brazo a brazo, se vacunara a la población del archipiélago.





Autor

Periodista decano en la fuente religiosa. 

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