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Mensaje del nuevo Arzobispo Primado de México en la Catedral Metropolitana 

Mensaje pronunciado este lunes 5 de febrero por el Card. Carlos Aguiar Retes en el marco de la Profesión de Fe.   Agradezco a todos los aquí presentes su compañía, en particular al Cardenal Norberto Rivera Carrera, agradeciéndole su labor en estos 22 años y medio, de conducir la Arquidiócesis Primada de México. En este […]

  • Mensaje pronunciado este lunes 5 de febrero por el Card. Carlos Aguiar Retes en el marco de la Profesión de Fe.

 

Agradezco a todos los aquí presentes su compañía, en particular al Cardenal Norberto Rivera Carrera, agradeciéndole su labor en estos 22 años y medio, de conducir la Arquidiócesis Primada de México.

En este primer acto, en el que he expresado públicamente mi profesión de Fe, he renovado mi promesa de fidelidad de servir como Obispo y Pastor, según la tradición de la Iglesia, para asumir jurídicamente la encomienda como Arzobispo Primado de México, les comparto que me siento con plena confianza en Dios, y lleno de esperanza en la generosa respuesta de todos los fieles de esta Arquidiócesis.

El pasado 7 de diciembre se dio a conocer la decisión del Santo Padre para que yo asumiera la responsabilidad como Arzobispo Metropolitano de México, conforme al Derecho Canónico tenía dos meses a partir de ese día, como plazo para definir la fecha del inicio ministerial.

Inmediatamente me vino a la mente este día 5 de febrero, en que celebramos la solemnidad de San Felipe de Jesús, Patrono de la Arquidiócesis, y al mismo tiempo celebramos el 101 aniversario de la Constitución Federal que rige nuestra vida pública como País. En coincidencia, hoy también entra en vigor la primera Constitución que regirá la vida pública de esta gran Ciudad de México.

Me alegra y me alienta esta significativa doble festividad religiosa y civil. Por una parte San Felipe de Jesús me invita a ser generoso y a dar mi vida sin temor, y con plena confianza en la Providencia Divina.

La dimensión festiva de nuestra Constitución me ofrece poner en práctica, para bien de nuestra sociedad, los derechos humanos universales, y en especial uno de ellos, la libertad de religión o libertad religiosa, que implica la posibilidad de interactuar como Iglesias con todas las Instituciones Oficiales y Privadas para buscar el bien de nuestra sociedad.

La convicción religiosa o de la fe, motiva y orienta la conducta personal del ciudadano, que lo lleva a organizarse con otros para un bien social, y la Constitución establece el marco legal indispensable para la conducta social.

Nuestros problemas y conflictos como sociedad han crecido, y el factor de la globalización los ha vuelto más complejos; sin embargo, la buena voluntad y la disposición de generar los proyectos para superarlos, harán viables los caminos de Reconciliación y Justicia que nos conduzcan a la anhelada equidad social, y tenga como fruto la Paz y Seguridad, para crear un marco de libertad, que permita desarrollar las habilidades y capacidades de los ciudadanos, y así lograr vida digna para todos.

Desde hace casi 22 años he vivido en este gran Valle de México, primero un año en Tlalpan, colaborando todavía como Sacerdote en la Universidad Pontificia de México; luego fui llamado por el Papa San Juan Pablo II para ser el tercer Obispo de Texcoco durante 12 años, donde aprendí a conducir pastoralmente una Diócesis; después el Papa Benedicto XVI me pidió el traslado como tercer Arzobispo de Tlalnepantla, donde he ejercido el ministerio 9 años, cuidando tanto la Comunidad Diocesana como la comunión con las Diócesis sufragáneas; ahora el Papa Francisco, quien en noviembre de 2016 me eligió como Cardenal de la Santa Madre Iglesia, para colaborar con el gobierno universal de la Iglesia, me ha pedido venir a esta Arquidiócesis Primada de México, como trigésimo quinto sucesor de Fray Juan de Zumárraga.

Siendo originario de Tepic, Nayarit, ciudad media de estilo provinciano, he vivido aquí en la Valle de México, una experiencia muy enriquecedora, he podido conocer y valorar el impacto de esta Megalópolis, capital del país, principal modelo y polo de desarrollo y transformación social y cultural. Aquí tienen sede los poderes federales y los medios de comunicación social masiva, que determinan las grandes decisiones del país. Lo que sucede aquí repercute en el resto de la nación, y lo que sucede en la Provincia, para ser tenido en cuenta, necesita, la mayoría de las veces, ser manifestado en la capital.

En el Valle de México se encuentran los principales centros generadores de servicios: educación, cultura, salud, comunicación, economía, etc. En ella residen los principales empresarios mexicanos y extranjeros con intereses económicos en el país. La población manifiesta fuertes contrastes sociales y económicos, conserva presencia de origen campesino y provinciano, especialmente en sus sectores populares, donde aún se conservan tradiciones familiares y populares de religiosidad.

Soy consciente de la gran responsabilidad que en este contexto tiene la labor eclesial, que al igual que la ciudad, lo que se haga o se deje de hacer, repercute en el resto del País. Así mismo, es bueno recordar lo mucho que México debe aportar a Latinoamérica y al mundo.

Por eso les pido que me encomienden a Dios, nuestro Padre, para que, siguiendo al Señor Jesús, me acompañe el Espíritu Santo, en el ejercicio de mi ministerio episcopal que hoy inicio en esta Arquidiócesis. Por ello, los invito a unirse en la caravana hacia la el Tepeyac, y acompañarme en la Celebración Eucarística, a los pies de nuestra Madre, María de Guadalupe.

Muchas gracias a todos Ustedes por su significativa presencia en este acto tan importante y emotivo para mí, y gracias también a los medios de comunicación aquí presentes, por su indispensable labor de transmitir lo sucedido al resto de la sociedad.

¡De nuevo, a todos, muchas gracias!