Lumen Fidei: ¿de qué trata la primera encíclica del Papa Francisco?
La primera encíclica del Papa Francisco fue una continuación del trabajo por completar de su predecesor Benedicto XVI.
La primera encíclica del Papa Francisco fue una continuación del trabajo por completar de su predecesor Benedicto XVI, una hermosa pieza dedicada a la fe que vale la pena recordar con atención y cariño por ser la fusión de dos estilos distintos en un mismo amor: DIOS.
Así, la riqueza del papa teólogo se suma a la belleza que Francisco encuentra en la ternura del Padre y el Hijo, con un afecto filial en el que insistirá de muchas formas, también con gestos, a lo largo de su pontificado.
En efecto, el pontífice venido de Argentina invitará con de forma reiterada a hacerse amigo de Jesús, de un Jesús cercano y atento, abierto siempre a perdonar. Pero, veamos los elementos de este documento digno de saborear, comprender y practicar.
¿De qué trata Lumen Fidei, la primera encíclica del Papa Francisco?
En los primeros párrafos, los papas dejan claro que “es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo”. Igualmente, argumentan que “que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre”.
Y van más allá cuando a renglón seguido afirman: “Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios”.
En este aspecto, dejan claro que “la fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida”.
Año de la Fe establecido por Benedicto XVI
Otro elemento de particular relevancia sobre esta encíclica, que algunos podrían considerar como la última de Benedicto XVI y al mismo tiempo la primera de Francisco, se publica en una fecha que tiene una connotación especial.
Y es que esta pieza titulada “Lumen Fidei”, frase del latín que en español se traduce como: “La luz de la fe”, está firmada con fecha 29 de junio, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, del 2013…
Ese año fue instituido por Benedicto XVI como el “Año de la Fe”, una etapa que comenzó el 11 de octubre de 2012 y concluyó el 24 de noviembre de 2013. “Un tiempo de gracia” que nos ayudó a sentir la gran alegría de creer, dirá el papa Francisco.
Así como “a reavivar la percepción de la amplitud de horizontes que la fe nos desvela, para confesarla en su unidad e integridad, fieles a la memoria del Señor, sostenidos por su presencia y por la acción del Espíritu Santo”.
En la encíclica, el pontífice también se referirá al Concilio Vaticano II, un evento histórico que “ha hecho que la fe brille dentro de la experiencia humana, recorriendo así los caminos del hombre contemporáneo”. Y sostendrá que de ese modo “se ha visto cómo la fe enriquece la existencia humana en todas sus dimensiones”.
En línea con el magisterio de la Iglesia Católica
Por otra parte, sostendrá también que tales consideraciones sobre la fe, en línea con lo que el Magisterio de la Iglesia ha declarado sobre esa virtud teologal “pretenden sumarse a lo que el Papa Benedicto XVI ha escrito en las Cartas encíclicas sobre la caridad y la esperanza”.
En efecto, es una continuidad en la línea marcada por el experto pontífice, quien destinara la mayor parte de su vida al servicio de la Iglesia, también desde la Congregación de la Doctrina de la Fe y como asesor teológico incluso de Juan Pablo II.
En el texto, Franciso recuerda que Benedicto XVI “ya había completado prácticamente una primera redacción de esta Carta encíclica sobre la fe”, y expresa: “Se lo agradezco de corazón y, en la fraternidad de Cristo, asumo su precioso trabajo, añadiendo al texto algunas aportaciones”.
Agrega que “el Sucesor de Pedro, ayer, hoy y siempre, está llamado a «confirmar a sus hermanos» en el inconmensurable tesoro de la fe, que Dios da como luz sobre el camino de todo hombre”.
Sostiene, igualmente, que en la fe, “don de Dios, virtud sobrenatural infusa por él, reconocemos que se nos ha dado un gran Amor, que se nos ha dirigido una Palabra buena, y que, si acogemos esta Palabra, que es Jesucristo, Palabra encarnada, el Espíritu Santo nos transforma, ilumina nuestro camino hacia el futuro, y da alas a nuestra esperanza para recorrerlo con alegría”.
Finalmente, destaca que “fe, esperanza y caridad, en admirable urdimbre, constituyen el dinamismo de la existencia cristiana hacia la comunión plena con Dios”.
El papa saluda a la Virgen María
Otro hilo conductor presente en el pontificado de ambos papas, común también a su predecesor Juan Pablo II, es un profundo amor a la Virgen María, a quien Francisco dedicó su pontificado y con quien sostuvo una amistad evidente.
En la encíclica Lumen Fidei, destina no pocas palabras a Ella, presentándola como modelo a seguir.
“En la parábola del sembrador, san Lucas nos ha dejado estas palabras con las que Jesús explica el significado de la «tierra buena»: «Son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia » (Lc 8,15). En el contexto del Evangelio de Lucas, la mención del corazón noble y generoso, que escucha y guarda la Palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María”, sostiene el Papa.
“El mismo evangelista habla de la memoria de María, que conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía, de modo que la Palabra diese fruto en su vida. La Madre del Señor es icono perfecto de la fe, como dice santa Isabel: «Bienaventurada la que ha creído» (Lc 1,45)”, agrega.
“En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo. 50 Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado…”
Por último, señala: “59. Podemos decir que en la Bienaventurada Virgen María se realiza eso en lo que antes he insistido, que el creyente está totalmente implicado en su confesión de fe. María está íntimamente asociada, por su unión con Cristo, a lo que creemos. En la concepción virginal de María tenemos un signo claro de la filiación divina de Cristo”.
Una invocación mariana concluye Lumen Fidei
De hecho, el texto culmina con una preciosa invocación mariana, a quien los tres pontífices pedirán con perseverando su intercesión ante Dios:
“60. Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe.
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor”.