25 de noviembre: Día contra la violencia hacia las mujeres
Exijamos lo verdaderamente importante, mecanismos de protección, fondos para colectivos y reformas que castiguen la omisión como complicidad
Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.
Hoy, 25 de noviembre, conmemoramos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer. No es un ritual vacío, sino un recordatorio lacerante de que, en este país donde la muerte acecha a las mujeres como una sombra cotidiana, la violencia no retrocede: crece lamentable y preocupantemente.
De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en lo que va de 2025, hasta agosto, se han registrado 444 feminicidios, un promedio de 1.8 por día. Esto representa un incremento del 10% respecto al mismo periodo de 2024, cuando la cifra rondaba los 400 casos.
En medio de esta marea de crímenes, emergen ellas: las madres buscadoras. Mujeres que, armadas solo con palas, picos y una tenacidad forjada en el duelo, han asumido el rol que los diferentes niveles gubernamentales e instancias han dejado de lado; salen diariamente a buscar justicia en fosas clandestinas, confrontar al crimen organizado y denunciar el abandono institucional.
En Veracruz, uno de los estados con más desapariciones, las madres buscadoras han localizado más de 1,800 restos humanos desde septiembre de 2024, pero este acto no viene sin precio, tristemente enfrentan amenazas de criminales y en el peor de los casos, la muerte. Solo en la última década, al menos 25 personas dedicadas a la búsqueda han sido asesinadas, muchas de ellas madres que se atrevieron a desenterrar y exhibir la verdad. En marzo de este año, un informe de Amnistía Internacional reveló que el 97% de las mujeres buscadoras ha enfrentado violencias directas: desde agresiones físicas hasta estigmatización social.
La falta de compromiso es estructural: bajos presupuestos para búsquedas, servidores públicos que minimizan las solicitudes y, peor aún, una criminalización que las acusa de “obstruir” investigaciones que en no se atienden debidamente.
Donde la autoridad no actúa por “falta de recursos”, ellas organizan caravanas interestatales por sus propios medios, financiadas con rifas de Barbies “buscadoras” o ventas en mercados. Son ellas las que mapean rutas de trata, las que incluso les piden a los criminales un respiro o las que documentan evidencias con celulares rotos. En esencia, realizan la función de las instancias de seguridad: inteligencia, logística y confrontación directa con el crimen organizado. Pero sin chalecos antibalas, sin salarios ni protocolos, solo con el instinto maternal.
El crimen no sólo está en ignorar la verdad de los miles de desaparecidos sino en no escuchar a las madres, afortunadamente en medio de esta crisis la iglesia se ha sumado a la ayuda, fue así que el pasado 20 de noviembre, representantes de diversos colectivos de familias buscadoras de desaparecidos de varios estados del país, se reunieron con Mons. Javier Acero Pérez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, y Jorge Atilano González, director ejecutivo del Diálogo Nacional por la Paz, para trabajar conjuntamente en estrategias que ayuden a agilizar la búsqueda de desaparecidos
En este 25 de noviembre, no basta con pañuelos violetas o hashtags. Exijamos lo verdaderamente importante, mecanismos de protección inmediata, fondos directos para colectivos y reformas que castiguen la omisión como complicidad. México no tendrá paz hasta que dejen de cavar solas. Honrémoslas no con luto, sino con acción: que su búsqueda sea la nuestra, colectiva y determinante.

