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COLUMNA

Granito de mostaza

El “orgullo” de ser gay

Seamos muy respetuosos con las personas homosexuales; nada de desprecios y discriminaciones, pero no podemos dejar de proclamar nuestra fe

3 julio, 2025

HECHOS
Me llamó la atención la gran cantidad de personas que participaron en las marchas del orgullo gay en muchos lugares del mundo. ¡Cientos y miles! Muchos, luchando por ser respetados; otros, aprovechando la ocasión para exhibirse en posturas y movimientos de toda tendencia. Tienen derecho a exigir que se les respete y nuestra Iglesia ha defendido que se les pueda dar incluso una bendición personal, hacer una petición a Dios que les bendiga, como bendecimos a tantas personas sin analizar su situación personal, pero cuidando que esa bendición no se confunda con una legitimación, como si fuera una unión matrimonial entre personas del mismo sexo. Amor misericordioso y respeto, sí; pero la verdad no se puede debilitar: Dios hizo solamente dos sexos, masculino y femenino, y la complementación matrimonial sólo es bendecida entre un hombre y una mujer. Si costumbres contrarias se van imponiendo y las leyes civiles las aprueban, los creyentes debemos tener como punto de referencia el plan de Dios. Muchos de los que participaron en esas marchas son cristianos; por ello, deberían analizar lealmente si su actitud concuerda con la voluntad de Dios.

Hace pocos años, unos científicos ingleses declararon que no se ha descubierto que haya un gen homosexual; que sólo hay dos genes, masculino y femenino. Eso dice la ciencia.

Por tanto, no es cuestión meramente religiosa. En algunos casos se ha identificado que la homosexualidad puede originarse en disfunciones en la relación con las figuras paterna y materna, sea de rechazo, sea de identificación. Un varón puede rechazar tanto a su padre que, inconscientemente, no quiere parecerse a él, sino a su madre; rechaza ser varón y se identifica, desde la tierna infancia, con la figura femenina. O una mujer rechaza tanto a su madre que no quiere parecerse a ella, no quiere ser mujer, sino ser más bien como su padre, ser como varón. Naturalmente, hay muchos otros motivos desde los primeros años de vida que afectan el nivel de los sentimientos que condicionan las tendencias afectivas.

Estos son mecanismos inconscientes, como sostiene la psicología más ortodoxa. Hasta aquí, no hay responsabilidad personal; por tanto, no es pecado ser homosexual; lo pecaminoso es practicar relaciones homosexuales, porque esto sí depende de la voluntad personal.

ILUMINACION
El Catecismo de la Iglesia Católica es muy claro en este asunto. Dice: “La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (Cf. Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la
ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (2357).

Quede claro: son desordenados y pecaminosos los actos homosexuales; no la tendencia, que puede no ser responsabilidad personal.

“Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición” (2358).

“Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” (2359). Es decir: los que tienen tendencia homosexual pueden ser santos, si no cometen actos homosexuales. Pueden recibir la Comunión Eucarística, si están luchando por mantenerse castos.

ACCIONES
Seamos muy respetuosos con las personas homosexuales; nada de desprecios y discriminaciones, pero no podemos dejar de proclamar nuestra fe, que nos ilumina con la verdad de Dios, quien hizo sólo dos sexos: masculino y femenino. Las experiencias personales que afectan esta realidad deben ser cuidadosamente atendidas y respetadas.

Esto no es homofobia, ni violamos la ley civil, pues la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público nos autoriza proclamar nuestras propias creencias, siempre respetando a los demás (Art 9,III).