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El cáncer, una oportunidad para el reencuentro con Dios

La enfermedad puede convertirse en algo benéfico, toda vez que nos permite hacer un alto en la vida, y reflexionar, perdonar, agradecer, comenzar a amar con un sentido espiritual.   Salvador Mendiola y Martínez –¿Qué tengo Doctor? –Linfoma difuso en cadena ganglionar no operable en tercer nivel. ¿Sabe lo que quiero decir? –¡Sí!… ¡Cáncer! Nadie […]

  • La enfermedad puede convertirse en algo benéfico, toda vez que nos permite hacer un alto en la vida, y reflexionar, perdonar, agradecer, comenzar a amar con un sentido espiritual.

 

Salvador Mendiola y Martínez

–¿Qué tengo Doctor?

–Linfoma difuso en cadena ganglionar no operable en tercer nivel. ¿Sabe lo que quiero decir?

–¡Sí!… ¡Cáncer!

Nadie está exento de morir de una cirrosis hepática, de un sarampión, de influenza, de pulmonía fulminante o de un infarto al miocardio, así como tampoco en un asalto, en un accidente o hasta por un atragantamiento durante una comida familiar, pero hablar de cáncer implica llevar un prolongado proceso que requiere de coraje, pero sobre todo, de la ayuda de Dios.

En la actualidad, en México diariamente son ingresadas a tratamiento 514 personas enfermas de cáncer; la cifra ha venido en aumento, y se cree que una de las principales causas es el tipo de alimentación: comida rápida, productos transgénicos o adulterados con hormonas, hortalizas regadas con aguas negras o envenenadas por industrias, comida con colorantes y conservadores como el benzoato de sodio, el uso de plásticos calentados en hornos de microondas. Sin embargo, existe una causa de mayor impacto: la contaminación, ya que el aire que respiramos está cargado de sustancias nocivas, como el asbesto, los residuos de las balatas de carros o el tabaco. De todo esto me enteré en el hospital, tras haber recibido la nada grata noticia de mi enfermedad.

Durante mi primer internamiento, pude leer Cartas para un Guía de Patrulla, de Roland Phipipps, quien escribió una frase que elevó mi espíritu: “No es la victoria lo que te convierte en hombre, sino la lucha”. Y prosigue diciendo: “No te importe caer una y otra vez; levántate rápidamente con valentía, como tantos scouts lo han hecho antes que tú, y como lo harán después… Si luchas y te das cuenta que tus fuerzas son pocas, no te avergüences de pedirle a la Fuerza Superior que esté contigo, porque al igual que David, tendrás la certeza de que vencerás, porque Dios estará de tu lado”.

Con la segunda quimioterapia tuve una complicación que por poco me lleva a la muerte: peritonitis. Ya en el quirófano, mientras el equipo de médicos se preparaba, pensé: “Dios mío, esto está muy mal”. De repente, sin haber ni el más ligero viento, la puerta del quirófano se abrió muy lentamente; supe que el Señor estaba conmigo, le pedí que me tomara de su mano y que dirigiera las del cirujano. Claramente escuché en mi oído: “Estará complicado, pero vas a salir bien”. Durante los 7 días de ayuno y dos de dieta blanda, sobreviví con el pan nuestro de cada día: la Palabra de Jesús, quien me animó a través del libro Un Carpintero, entre el desierto y el mar.

El tiempo ha terminado por darme otra óptica de mi enfermedad, ya que a partir de esta experiencia he tenido la oportunidad de aprender, de conocer el verdadero acompañamiento y el trato con calidad humana. Mi vida ha cambiado de manera radical, tanto económica, como laboral y socialmente, pues por mi condición debo estar mucho tiempo bajo estudios y asistiendo al hospital, pero ha valido la pena si consideramos que he conocido personas extraordinarias, como Bret, un niño de cinco años, hijo de una madre soltera de escasos recursos; cuando era apenas un bebé fue operado del intestino, ya que una gran parte se encontraba necrosada; la operación le bajó las defensas y contrajo un virus que le destrozó el hígado; recibió entonces un trasplante, pero al estar inmunodeprimido le brotó un cáncer con metástasis en pulmón y tuvo que recurrir a ocho quimioterapias. Todo un guerrero, que milagrosamente hoy vive y está en observación.

La enfermedad puede convertirse en algo benéfico, toda vez que nos permite hacer un alto en la vida y reflexionar, perdonar, agradecer, comenzar a amar con un sentido espiritual y tener un reencuentro con Dios. Hace tan sólo unos meses, podía yo subir montañas con mi piolet, y al admirar el valle desde la cumbre daba gracias a Dios por el triunfo de ese día. Ahora mi triunfo es subir la banqueta con mi bastón y disfrutar de un día más, lo cual también agradezco al Señor inmensamente. Si tú eres de los valientes con excelente actitud, que disfrutan de la vida a pesar del cáncer, y tus amigos te dicen: ¡Eres un guerrero!, ¿De qué estás hecho? ¿De roble? ¿De acero? Contéstales solamente, con todo orgullo y dignidad: “¡De Dios!”, porque los verdaderos católicos no tenemos miedo.