Cultura Bíblica: Juan el Bautista en el Adviento
En este segundo Domingo de Adviento comentaremos sobre la relación del título del Evangelio de San Marcos con el ministerio de Juan Bautista, con el cumplimiento de las promesas mesiánicas y con respecto a la ruta general del Adviento. Mons. Salvador Martínez La frase con que inicia el Evangelio de san Marcos ha sido objeto […]
En este segundo Domingo de Adviento comentaremos sobre la relación del título del Evangelio de San Marcos con el ministerio de Juan Bautista, con el cumplimiento de las promesas mesiánicas y con respecto a la ruta general del Adviento.
Mons. Salvador Martínez
La frase con que inicia el Evangelio de san Marcos ha sido objeto de muchas discusiones. Algunos piensan que la expresión “inicio del Evangelio…” es nada más la indicación de que allí inicia la narración de hechos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo. Pero recordando la forma en que se usa la palabra “inicio” en el Antiguo Testamento, es muy posible que el evangelista nos quisiera decir algo más profundo. Por ejemplo, tomemos la expresión que inicia toda la Biblia (cfr. Gn 1,1) “En el principio Dios creó los cielos y la tierra…”. O la llamada sapiencial más fundamental: “principio de la Sabiduría es el temor del Señor…” (cfr. Pr 1,7) El sentido del principio indica el acontecimiento fundamental que desencadenó toda la historia universal, según el Génesis. O bien la virtud fundamental que desencadena el camino del hombre sabio, según el libro de los Proverbios. Así pues, podemos pensar que el evangelista nos propone su primera frase como el título de todo su evangelio: “Aquí se presenta el acontecimiento fundamental por el que nosotros reconocemos que Jesús es el mesías e Hijo de Dios.”
En efecto, a lo largo de sus 16 capítulos veremos cómo Pedro llegó a reconocer en Jesús al mesías, y el centurión romano, bajo la cruz, llegó a reconocer que en verdad este hombre “es el Hijo de Dios”. En este momento, sin embargo, nos interesa entender que el inicio del Evangelio es el cumplimiento de las promesas dadas por Dios desde el Antiguo Testamento. El autor sagrado cita al profeta Isaías y el cumplimiento de esta profecía es la aparición de Juan Bautista como precursor. Lo primero que nos da a entender la aparición del precursor del mesías es que Dios lleva adelante la historia paso a paso, no llega en momento desprevenido, sino que prepara a todo el pueblo por medio de Juan Bautista. También nos dice que la circunstancia de los que vivimos en este mundo no es del todo adecuada para reconocer la iniciativa de Dios, y por tanto, hay que hacer caso a la llamada a la conversión, “enderezar los caminos, allanar las brechas”.
También nos informa sobre la confusión que surgió de que el mismo Juan Bautista fuera el mesías esperado, por lo cual se cita su discurso de indignidad de suplantar al esposo, esto en la simbología matrimonial donde el pueblo era la novia y Dios, o su mesías, el novio. Por último el ministerio de Juan Bautista nos informa sobre la superioridad de lo que ofrecerá el mesías cuando venga, a saber, el ser bautizados con el Espíritu Santo.
Para concluir, es importante este texto precisamente en el segundo domingo de Tiempo de Adviento porque así como el Bautista era un signo necesario para sus contemporáneos, también lo es para nosotros. No vivimos en el mundo ideal, ni siquiera nuestro mundo interior está a salvo de pecados e inconsistencias. Por este motivo se nos llama a la conversión y a prepararnos, dentro del contexto de la Navidad, para la llegada del Señor.