¿Es congruente ser cristiano y vivir deprimido?

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Cultura Bíblica

Nos encontramos en el sexto domingo del Tiempo Ordinario. Del pasaje de la curación del leproso por el camino, estudiaremos las costumbres hebreas sobre el trato a los leprosos, contenidas en varios textos del Antiguo Testamento. También nos detendremos a considerar los estados de ánimo supuestos en el pasaje. Mons. Salvador Martínez La lepra es […]

Nos encontramos en el sexto domingo del Tiempo Ordinario. Del pasaje de la curación del leproso por el camino, estudiaremos las costumbres hebreas sobre el trato a los leprosos, contenidas en varios textos del Antiguo Testamento. También nos detendremos a considerar los estados de ánimo supuestos en el pasaje.


Mons. Salvador Martínez

La lepra es una enfermedad bien identificada en la antigüedad, y particularmente reglamentada en el Antiguo Testamento. En primer lugar, nos interesa saber cómo se reaccionaba ante una persona con síntomas de lepra.

Uno de los pasajes más notorios es la lepra de María, la hermana de Moisés, que nos narra el libro de los Números (12,10-16). En este pasaje se nos dice que la lepra fue un modo de castigo por la insurrección de ella y Aarón contra Moisés. En cuanto se vio que tenía la piel blanca como la nieve, quedó completamente aislada de la comunidad. Ese parece ser el modo en que los hebreos trataban de evitar el contagio, aislando completamente a las personas. La forma más habitual de aislamiento era hacerlos salir del campamento o del poblado en que habitaban (cfr. Lv 13,44). En el caso del rey Ozías, no se le expulsó de Jerusalén, sino que se le recluyó en una casa y se le prohibió ir al Templo (cfr. 2Cro 26,20). Al parecer en otras naciones no se practicaban normas tan radicales de exclusión como nos lo muestra el pasaje de Naamán el Sirio, de quien se nos dice que era leproso pero era general del ejército. Este hombre convivía plenamente con su familia, con la corte y así fue tratado en Israel hasta que lo curó el profeta Eliseo (cfr. 2 Re 5,1-19a).

En el pasaje que leemos hoy Jesús pide al leproso que cumpla con los ritos de purificación ante el sacerdote, este rito consistía principalmente en un examen médico por parte del sacerdote, para verificar que no quedara ninguna llaga leprosa, siete días de aislamiento, y una serie de sacrificios por el pecado y de expiación de las culpas (cfr. Lv 14,2-32).

Pasemos ahora a un análisis de los estados de ánimo que se expresan en el texto. En primer lugar el evangelista nos informa sobre la reacción de Jesús ante la petición del leproso. Nos dice que se compadeció (v. 41), esto implica una conmoción de las entrañas ¿La razón? Al parecer Jesús reacciona ante el sufrimiento y se apresura a sanarlo. El segundo estado de ánimo, reflejado indirectamente es la energía con que el Señor le prohíbe que lo difunda, pero le permite que se presente al sacerdotes para los ritos de purificación para que constara su sanación. El tercer estado de ánimo revelado por el evangelista es, la desobediencia entusiasta con que el antes leproso se dedicó a divulgar que Jesús lo había sanado. Ante esta realidad nos damos cuenta de que a pesar de que Jesús intentó mantener su actividad en bajo perfil, la importancia de sus curaciones le trajeron una fama indeseada a la cual tuvo que hacer frente recibiendo a la gente en lugares despoblados, justo el entorno en que vivían los leprosos ¡Vaya paradoja!