Ángelus Dominical
P. Eduardo LozanoHOY TAMBIÉN HARÉ ECO –como lo he hecho en muchas otras ocasiones– de lo que ha dicho el Papa Francisco en su audiencia pública general de los miércoles, pues mientras aquí estábamos recordando y conmemorando el acontecimiento de hace un año (ni para qué decir que el terremoto de 1985 ya quedó lejos, […]
P. Eduardo Lozano
HOY TAMBIÉN HARÉ ECO –como lo he hecho en muchas otras ocasiones– de lo que ha dicho el Papa Francisco en su audiencia pública general de los miércoles, pues mientras aquí estábamos recordando y conmemorando el acontecimiento de hace un año (ni para qué decir que el terremoto de 1985 ya quedó lejos, muy lejos, por eso el minuto de silencio no fue a la 7:19, sino a las 13:14 hrs.), allá –en Roma- el Santo Padre abordaba el cuarto mandamiento como tema de reflexión… LO QUE DIJO EN CONCRETO no lo repetiré, pero retomo como una constancia general la complejidad de las relaciones humanas (tuyas y mías) que tienen como marco original, profundo y permanente, el ambiente familiar, donde nuestros padres jugaron un rol primario y casi definitivo –sí, escribí “casi”, y por favor no vayas a olvidar esta palabra-… POR SUPUESTO QUE de nuestros padres recibimos la vida (nada menos y nada mejor), pero también de ellos heredamos cuántas costumbres y hábitos, valores y miedos, rasgos, gestos, modos y ¡hasta ciertas mañas!, y que nadie me diga con afán de falso orgullo: “¡Ah, no, yo no!”, porque tal vez ese afán también es reflejo de sus padres… LEVANTAR UN GRAN EDIFICIO supone colocar cimientos sólidos, ocultos, permanentes; instalar una tienda de campaña requiere un anclaje básico, también firme aunque sea superficial, también seguro aunque quede visible, también útil aunque sea pasajero; y tanto la enorme construcción como la sencilla carpa provisional tienen su función y su misión: que nadie desprecie a una, que nadie se llene de un tonto orgullo por la otra… EL CUARTO MANDAMIENTO ordena y pide que honremos a los padres, que valoremos al cimiento o anclaje de nuestra vida, que respetemos lo primero y básico que somos, pues absolutamente todos –toditos- somos la mitad de nuestro padre y la mitad de nuestra madre, al punto que confesamos que Jesucristo es Hijo de Dios e Hijo de María, verdadero Dios y verdadero Hombre… ME ATREVO A HACER dos extensiones o implicaciones del cuarto mandamiento, mismas que algunos quisquillosos legalistas y obtusos seguramente no aprobarán ni por mientes: 1) honrar a los padres incluye el respeto y agradecimiento a todos los antepasados, propios y ajenos, a todos los que nos precedieron en este mundo y en cualquier siglo, aunque sean mandarines, marroquíes, chinantecos, esquimales o simples homínidos (perdón por la exageración, pero algo habrá de cierto), y 2) honrar a los padres también debe entenderse el respeto y valoración por los hijos, los propios y los ajenos, los que tendremos y los que no tendremos, aunque lleguen a nacer en Madagascar, en una nave espacial o dentro de otros veinte u ochenta siglos… ENTRE LOS DIEZ MANDAMIENTOS no hay uno que nos vincule –en directo- a la naturaleza en general, a la vida en cualquiera de sus formas o al cosmos en su conjunto, pero “honrarás a tu padre y a tu madre” lo hemos de entender en sentido preciso y concreto (¡respétalos, “porfa”!), y también en sentido amplio y general, de otro modo el valor y trascendencia de nuestra vida la dejamos circunscrita a lo corto y limitado de nuestra inmediata parentela (¡qué “poca”!)… EN NUESTROS ANCESTROS hay de todo (santos y muuuy santos, así como pecadores y muuuuuy pecadores), y entre los que nos sucedan también habrá de todo, como en botica; y un común denominador de todos los hijos de Adán (no tuvo padres a quien respetar, pero si hijos a los que dio vida, nombre, trabajo y santo temor de Dios) debe ser la honra, la valoración, el reconocimiento, la gratitud, de todos los que conforman la raza humana y sus alrededores, así cercanos o lejanos, así de este siglo como de cualquier otro… TE PEDÍ QUE NO OLVIDARAS la palabra “casi”, y la utilicé para señalar la importancia y fuerza de quienes nos engendraron; y ahora la retomo para recordarte que cada uno es responsable de lo que proyecta y hace de la propia vida, de las decisiones y caminos que vayamos asumiendo, de seguir embelleciendo y multiplicando lo poco o mucho que hayamos recibido: no hacemos nada bien en echar culpas y guardar rencores porque no te enseñaron, porque no te dieron, porque dijeron tal o cual, porque fueron lo que “haigan” sido; ¡llegamos al colmo de echarles la culpa hasta porque se murieron y nos dejaron solitos!… Y AQUÍ LE DEJO PORQUE ya me estoy enojando nada más de pensar en los hijos ingratos, que a pesar de ser ingratos no dejan de ser hijos; y para que no siga yo enojándome te pido un favor: si tienes oportunidad de hablar con tus padres o abuelos, o con cualquier vecino mayor que tú (y si es menor también vale), ¡salúdamelo con un fuerte abrazo de mi parte (tú sabrás si hay la confianza para un filial beso)!, que aunque ni son mis padres y acaso ni los conozco, de todos modos quiero honrarlos y agradecerles lo que han hecho por ti… SI TE ES POSIBLE –YA LO SABES– participa en la siguiente Noche Santa, ya en persona o ya desde tu oración en casa: iniciamos a las 20 hrs. del sábado 6 de octubre y terminaremos a las 7 hrs. del día siguiente (eso de decir “domingo 7” no siempre es políticamente correcto); 11 templos en ambiente de procesión, de oración, de chubasco y alabanza con Jesús Eucaristía nos esperan; para más datos llama al 57 02 24 02…