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Tips para que Cristo sea el héroe de tus hijos

María José Silias

Platicábamos la semana pasada sobre la importancia de que tanto los hijos como nosotros seamos con Cristo lo que Sancho Panza del Quijote, su mano derecha, su apóstol, para que sea Él quien brille y no nosotros, porque de nada nos servirá intentar ser nosotros los héroes cuando hay quien ya murió en una Cruz por nosotros, y de hecho, intentar nosotros brillar sin alabarlo a Él, sería caer en la soberbia.

La pregunta entonces es, ¿cómo hago que mis hijos sean los apóstoles de Cristo para que lo tengan también como su mejor amigo? La respuesta es fácil, pero requiere de constancia. Mencionábamos que lo principal es ser un ejemplo, pero ¿cómo? Te dejo estos tips:

1. Reconocernos pequeños y necesitados de su ayuda, pues sólo viéndonos de esta forma es que uno se da cuenta que no se pueden alcanzar las cosas por sí sólo, sino que se necesita de otros y principalmente de Dios para alcanzar nuestras metas tanto personales y profesionales, como espirituales.

2. Recurrir a la Oración. Es una de las herramientas más accesibles a la que los cristianos tenemos acceso, pues consiste en hablar con Dios, platicarle nuestro día, nuestras alegrías y preocupaciones, nuestros anhelos y miedos. Al reconocernos pequeños y necesitados de Él, podemos invocar su ayuda para que nos permita luchar contra las tentaciones, porque solos no se puede, y por eso pone a nuestro alcance los Sacramentos. En oración se le puede pedir más fe, más fortaleza y todo lo necesario para salir adelante.

3. Acudiendo a los Sacramentos. Son esos signos tangibles que nos ayudan a llegar a la plenitud cristiana, son los escalones que nos permiten llegar a la Santidad. Principalmente la Confesión y la Comunión.



La Confesión, porque al estar frente a un sacerdote en el que intercede el Espíritu Santo para el perdón de nuestros pecados, quedamos limpios, y en Su Gracia para nuevamente acercarnos a la Comunión, y ésta para permitirnos estar siempre en común-unión con Él, es decir, tomados de Su Mano y estar en Su Gracia.

4. Estamos llamados a la Santidad. Sí, ¡a la Santidad! Porque la Santidad no sólo es aquella que San Martín de Porres, Santa Teresa, San Juan Pablo II y otros han logrado; la santidad es la salvación a la que todos estamos llamados, la santidad es que a pesar de haber caído en varias ocasiones, te hayas levantado para seguir luchando por la Verdad, por el Amor, por el bienestar de los demás.

5. Acudir a las obras de Misericordia. Ya que no sólo se trata de que “cada quien haga lo suyo y viva bien mientras no haga daño a otros” (algo que comúnmente escuchamos), sino que vayamos más allá. Cristo llegaba a todos, buscaba predicar a los más necesitados, a los excluidos, a los leprosos, no se conformaba con evangelizar a los que se le acercaban, sino también a aquéllos que en un principio no le querían conocer. Hay que hacer, como dice el Papa Francisco: llegar a las periferias. Amar sobre todo a aquéllos a quienes el Evangelio no les llega tan fácilmente como a ti y a mí.

6. Vivir el Sacrificio. A pesar de que normalmente esta palabra se escucha con temor, el sacrificio nos ayuda a elevar nuestro dolor a Cristo y más aun a unirlo a su Cruz, para ayudarle aunque sea un poquito en su sufrimiento en la Cruz por nosotros.

Ahí lo tienes, estos son algunos puntos que si vives con constancia, podrás dar un buen ejemplo a tus hijos para que ellos también hagan de Cristo su mejor amigo.





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