¿Se puede ser feminista y católica? 4 pensadoras que combinan la fe y la lucha por la igualdad

Leer más

Lectio Divina: ¿Vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos […]

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo. Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’. Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno. Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’. Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’. De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”. (Mateo: 20,1-16)


Mons. Salvador Martínez

Reflexión

En el pasaje de hoy Jesús nos cuenta una parábola donde encontramos dos actividades importantes. La primera de ellas es la actividad del dueño, que sale a diversas horas del día para conseguir trabajadores. La segunda es la relación entre el dueño de la viña y los trabajadores inconformes. La primera pregunta que deseo plantear es: ¿por qué es tan extensa la descripción de las salidas? (momento de silencio interior…) Con el relato de cuatro salidas me parece que se resalta que el dueño de la viña busca una y otra vez a los trabajadores. A la primera hora de la mañana hay algunos que se dejan encontrar, pero no a todos les sucede así. Llama la atención que a los de la última hora de la tarde el señor les pregunta por qué han estado todo el día sin trabajar. La respuesta no es responsabilizándose de haber llegado tarde, sino que se hace recaer en otros: “es que nadie nos ha llamado” ¿Por qué el dueño acepta darles trabajo sin importarle la causa del retraso? (momento de silencio interior…) Me llama la atención, en primer lugar, que los últimos al menos trabajaron una hora. Si hablamos de responsabilidad e irresponsabilidad, el señor no paga de gratis. Las circunstancias del retraso realmente no interesan, sino que al recibir el llamado hayan respondido y se hayan comprometido al menos una hora. Pero es aquí donde surge el segundo gran segmento de la parábola, a saber, la discusión entre el dueño y el “amigo” que llegó desde la primera hora de la mañana ¿El dueño fue injusto al no pagarles a los primeros más de lo pactado? (momento de silencio interior…) Creo que en este punto radica la finalidad de la parábola, pues la frase “los últimos serán los primeros y los primeros serán últimos” (Mt 20,16) es la última frase de la parábola y coincide con la orden dada al administrador: “comienza a pagar empezando por los últimos…” (v. 8) ¿Entonces cuál fue la ventaja de responder desde el inicio del día? (momento de silencio interior…) Tal vez hemos llegado al punto de cosechar la verdadera enseñanza de la parábola. La razón de ser del trabajador no radica en holgazanear, sino en ejercer sus habilidades y destrezas para hacer producir la viña, el pago del dueño es justo y eso se reconoce desde el principio. Lo verdaderamente ilógico radica en querellarse con el dueño a partir de la perversión de los valores. No trabajar se convierte en lo más deseable, siendo que lo mejor es poder ejercer las propias habilidades desde el principio. El señor, por su bondad, sigue llamando a lo largo de todo el día, incluso hasta la última hora pero no dará la razón al enojo de los primeros porque él es bueno, incluso con los últimos. Éstos cargan con la frustración de no haber hecho nada la mayor parte de la jornada, cargan con la pena de pensar que son otros los responsables de esto.

Contemplación

Propongo recordar el momento de mi vida en que sentí la presencia de Dios y detenerme a contemplar cómo sucedió (espacio prolongado de silencio interior…) Si no se ha tenido esa experiencia puedo imaginar a Jesús viniendo a mí y entretenerme en esa presencia (momento prolongado de silencio interior…) Otro ejercicio puede ser repetir interiormente “los últimos serán los primeros y los primeros últimos” (espacio prolongado de repetición interior…)

Oración

Señor Jesús, a lo largo de esta lectio he venido a comprender que abundan los criterios alrevesados en mi vida. Aplico a Ti el título de injusto sin ponerme a pensar si los criterios de justicia que tengo son realmente válidos. Como aquellos trabajadores reclutados por la mañana, me he enojado viendo progresar en las sendas de la vida y del espíritu a muchos “retrasados”, pensando que me haces una injusticia. Concédeme Señor comprender lo liberador que resulta que muchas veces los últimos sean los primeros y los primeros queden relegados al final, porque esta contrariedad nos hace abrir los ojos a criterios no sanos y no santos. Amén.

Líneas de acción

Cuando aliente en mi interior juicios contra los demás recordaré la frase, “los últimos serán los primeros y los primeros últimos”, para examinar si mis criterios son de verdad según el Evangelio.