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Hace quinientos años se celebró en México la primera Misa

 

Nemesio Rodríguez Lois / SIGNIS

 

Hace ya bastantes años que conmemoramos una efeméride que –a pesar de las controversias suscitadas– nos dejó un agradable sabor de boca: ,os quinientos años del Descubrimiento de América, acontecimiento sin parangón en la Historia Universal que, aparte de propiciar el encuentro de dos mundos, fue el inicio de la Evangelización de todo un Continente.

Ha pasado más de un cuarto de siglo desde entonces, y ahora nos encontramos con que en este 2018 se cumple el Medio Milenio de otro acontecimiento también de singular importancia.

Fue el jueves 6 de mayo de 1518 cuando el padre Juan Díaz, quien venía como capellán en la expedición dirigida por Juan de Grijalva, celebró en Cozumel la primera Misa en territorio mexicano.

Este dato se lo debemos al insigne historiador Mariano Cuevas, S.J. quien nos lo proporciona tanto en su “Historia de la Iglesia en México” como en su “Historia de la nación mexicana”.

Logró encontrar dato tan importante después de consultar el Diario de Juan de Grijalva que se encuentra en la Biblioteca Colombina.

Vendrían después la Conquista, la Evangelización, las Apariciones del Tepeyac, el nacimiento de un pueblo mestizo y una serie de acontecimientos trágicos y gloriosos.

Nuestro México entró en la Iglesia Católica y fue a partir de entonces como, dentro del catolicismo, dio frutos admirables de santidad que van, desde los Niños de Tlaxcala hasta San José Sánchez del Río; pasando por los mártires de la Cristiada (incluidos Anacleto y el Padre Pro) para culminar con sacerdotes y religiosas elevados a los altares.

Ni duda cabe que tan admirables frutos de santidad tuvieron su origen en aquella Primera Misa oficiada en Cozumel hace ya quinientos años.

Pues bien, a partir de tan sagrado acontecimiento, serían miles, miles y más miles las Misas oficiadas tanto a partir de la Conquista, como durante el período de la Nueva España virreinal y del México independiente; para culminar con las oficiadas por los tres Papas que han visitado nuestro país.

El caso es que la Santa Misa estuvo siempre presente tanto en las más fastuosas ceremonias como en las más sencillas celebraciones.



Se puede decir que, a partir de aquel jueves 6 de mayo de 1518, Cristo tomó posesión del que habría de ser Su Reino.

Un hecho de incalculables consecuencias dentro de la historia de la Iglesia a nivel universal.

Lamentablemente –por diversas razones– a dicho acontecimiento no se le ha prestado la merecida atención. Quizás ello se deba a que la gran mayoría ignora que mañana VI Domingo de Pascua se cumplirán quinientos años de la Primera Misa oficiada en territorio mexicano.

Qué bueno fuera que los Señores Obispos del país tomasen nota de tan importante efeméride y que, al menos cada uno en su diócesis, decidiera celebrar la con la debida solemnidad.

Así como hace poco más de dos décadas celebramos en IV Centenario del martirio de san Felipe de Jesús, nuestro primer santo, pudiera también ahora aprovecharse la ocasión para difundir aquel gran acontecimiento que tuvo lugar hace medio milenio.

Y es que, como bien dijo el padre Mariano Cuevas, S.J.: “Desde entontes…Cristo Sacramentado será, para siempre, el Rey de nuestro suelo”

Revisando las Lecturas de este domingo, vemos como la Primera (tomada de los Hechos de los Apóstoles) habla del bautismo del oficial Cornelio o sea que se hace hincapié en la primera vez que la Iglesia acogía a un pagano en su seno.

No deja de ser una circunstancia providencial que, justo en el día en que se conmemora la Primera Misa oficiada en territorio mexicano, en la Primera Lectura se recuerden aquellas palabras de San Pedro: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere”

Pues bien, cuando, hace ya quinientos años el Padre Juan Díaz oficiaba aquella Primera Misa, estaba abriéndole las puertas de la Iglesia a millones de personas que, una vez bautizadas, darían origen a un gran pueblo del cual brotarían infinidad de héroes marcados todos ellos con la señal de la Cruz.

Razón más que suficiente para echar las campanas a vuelo…

 





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