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¿Dónde estaba Dios?

Sergio G. Román   Un cuento Esto es un cuento. No sucedió. Mucho menos está en la Biblia ni es parte de nuestra religión; es tan sólo una ficción que nos puede ayudar a respondernos algunas dudas que nos asaltan. Hace mucho, mucho tiempo, cuando todavía no había ayeres y comenzaban los hoy, en el […]

Sergio G. Román

 

Un cuento

Esto es un cuento. No sucedió. Mucho menos está en la Biblia ni es parte de nuestra religión; es tan sólo una ficción que nos puede ayudar a respondernos algunas dudas que nos asaltan.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando todavía no había ayeres y comenzaban los hoy, en el sexto día de la creación Dios decidió hacer al hombre y estuvo todo el día pensando y pensando cómo lo haría.

En eso se presentó el Adversario, y como gran maestro del engaño, fingió que le interesaba aquella última obra de Dios y trató de convencer a Dios para que no creara al hombre, según él, por bien del hombre.

Olvídate del hombre, le decía a Dios, sólo te dará problemas, te ofenderá con el pecado y pondrá de cabeza este universo en el que te has esforzado tanto; además, pobrecita creatura, tendrá que vivir en un mundo difícil. Se va a congelar en los polos y se va a asar en los desiertos; morirá en las sequías y se ahogará en las inundaciones; los ciclones lo arrancarán de la tierra y los terremotos lo aplastarán; lo exterminarán en las guerras y morirá en las epidemias. Pobrecito hombre, mejor no lo crees. Y el Adversario trataba de convencer a Dios porque se moría de envidia por aquella creatura que sería la predilecta del Creador.

Y Dios se asomó al mañana y vio a su creatura el hombre, y vio que pecaba, pero que era redimido, que aprendía a vivir entre la nieve y que se sentía tan feliz como el que vivía en el desierto, y vio que sobrevivía a las sequías y a las inundaciones, que reconstruía sus ciudades destruidas por los ciclones y los terremotos, que encontraba la cura contra las enfermedades y retardaba la muerte, que era capaz de inventar bombas que destruían ciudades enteras en un dos por tres, pero que también era capaz de firmar la paz y de ayudar a los que antes habían sido sus enemigos. Vio el mañana y se sintió orgulloso del hombre porque él, Dios, sabía el secreto de su fuerza y de su amor a la vida.

Y esa tarde Dios creo al hombre y lo hizo a su imagen y semejanza, ese es el secreto de la fortaleza del hombre. Y al día siguiente descansó. El Adversario se fue indignado y todavía no se le pasa el coraje.

 

Otro cuento

Había una vez unos papás que tuvieron un hijo al que querían tanto, pero tanto que trataban de protegerlo de todo dolor. Se turnaban para evitar que los zancudos lo picaran o las moscas lo molestaran, no lo dejaban llorar, le adivinaban el pensamiento y le daban de comer más de la cuenta por si las dudas, lo atiborraban de medicinas si llegaba a enfermarse y siempre lo traían amorosamente en brazos. El niño creció y llegó el momento en que trató de caminar, pero sus papás no lo dejaron porque tenían miedo de que se cayera y se hiciera daño, así que aquel niño creció y creció, engordó y engordó, y como no caminaba dependía absolutamente del amor de sus padres.

 

Y esto no es cuento

Dios es un buen papá. Ama a sus hijos los hombres y es providente con ellos, pero también les permite ser. Las dificultades, el dolor y el sufrimiento templan al hombre y lo hacen crecer y desarrollarse. Cada paso que da el hombre es fruto de la necesidad. El hombre es fruto de la historia y poco a poco, poco a poquísimo, va aprendiendo a ser cada vez más una imagen de Dios.

Cuando nosotros los hijos de Dios sufrimos una calamidad, no es porque Dios nos castigue por nuestros pecados olvidándose de que somos sus hijos, es o porque nosotros mismos causamos el mal, como la guerra o el hambre, o porque somos víctimas de las leyes de la naturaleza. Dios no nos manda los terremotos ni los ciclones y, en último caso, Dios no quiere que muramos. Ese mal es parte de este mundo en el que vivimos y es un mal contra el que debemos luchar y aprender a vencerlo.

 

El milagro

Dios puede hacer un milagro. Un milagro es un hecho maravilloso, extraordinario, en el que se suspenden las leyes naturales o se superan, por eso sólo Dios puede hacer milagros. Pero si Dios siempre hiciera milagros ya no serían milagros, y las leyes naturales saldrían sobrando y seríamos como ese niño al que sus padres no permitieron que caminara.

 

¿Dónde estaba Dios cuando tembló?

Jesús dice que son benditos de su padre los que le dan de comer o lo socorren y que esto pasa cuando damos de comer o socorremos a un necesitado. Jesús es el que tiene hambre, sed, está desnudo, se quedó sin casa, está preso, está enfermo, está aplastado entre los escombros o formado en la fila de los que esperan un poco de agua o de despensa.

Cuando tembló Dios estaba en medio de nosotros y lloraba nuestras lágrimas.

 

El milagro de la solidaridad

En este terremoto nosotros vimos el milagro de Dios en los miles de voluntarios que se hicieron solidarios con los que sufren, porque todo bien pensar y todo bien actuar vienen de Dios. Dios mueve al hombre a la fraternidad y a la ayuda del prójimo y ese es un hermoso milagro.