Cultura Bíblica: La vocación de los primeros discípulos
Mons. Salvador Martínez En el artículo de este domingo seguiremos la narración de la vocación de los primeros discípulos tomando como punto de partida varios temas. El primero de ellos será el origen de la relación con Jesús, otro será según la sucesión de tiempos y, para concluir, veremos la progresión en el modo de […]
Mons. Salvador Martínez
En el artículo de este domingo seguiremos la narración de la vocación de los primeros discípulos tomando como punto de partida varios temas. El primero de ellos será el origen de la relación con Jesús, otro será según la sucesión de tiempos y, para concluir, veremos la progresión en el modo de considerar el Señor Jesús.
Si para comprender este pasaje tomamos como base el origen de las relaciones con Jesús encontraremos lo siguiente. Los primeros discípulos surgieron de entre los discípulos de Juan Bautista, gracias al testimonio de éste (Jn 1,35-39). El segundo origen que se menciona en esta narración consiste en la mediación familiar, es decir, Andrés llama a su hermano Simón (Jn 1,40-42). El tercer origen para llegar a ser discípulo es por llamado directo de Jesús, Jesús llamó directamente a Felipe el de Betsaida (Jn 1,43-44). La última forma reportada es parecida a la segunda, pero en este caso Felipe sólo era conocido de Natanael, por tanto podemos decir que la cuarta forma de llegar al discipulado fue por invitación de amigos (Jn 1,45-51).
Vale la pena hacer notar que el discipulado no se verifica solamente por seguir a Jesús, sino que implica un diálogo de aceptación. Otra forma de seguir esta narración es por los días que supone el desarrollo. El primer día Jesús acepta a los dos primeros discípulos (Jn 1,35-39), el segundo día Jesús acepta a Simón Pedro (Jn 1,40-42), el tercer día Jesús llama a Felipe y acepta a Natanael (Jn 1,43-51). Al seguir el pasaje bajo esta perspectiva, notamos que el primero y tercer día se encuentran dos discípulos, quedando el segundo día reservado al llamado a Pedro.
En este punto nos podemos detener en lo que dice Jesús al aceptar a los nuevos discípulos. Con los dos primeros el Señor simplemente responde a una pregunta específica. Pero la segunda intervención del Señor tiene un contenido mucho más significativo, en la primera frase dirigida a Simón le cambia el nombre por “Cefas”, es decir, Pedro. El tercer diálogo de aceptación, en primer lugar aborda a Natanael, llamándolo un israelita auténtico; la segunda respuesta aclara dónde lo conoció “bajo la higuera”, y concluye con la promesa de que habrá de ver cosas mayores. Sin embargo, esta promesa se prolonga hacia todos los demás discípulos, “ustedes verán a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”.
Para concluir nuestro artículo miremos ahora el conjunto de títulos que se le atribuyen al Señor Jesús en este pasaje. Iniciamos con el título dado por Juan Bautista: “Cordero de Dios”. Este primer título indica que la misión de Jesús es establecer en sí mismo la Nueva Alianza. El siguiente título es “Rabbí”, maestro. El tercer título es “mesías” usado por Andrés al llamar a su hermano Simón. Jesús es el ungido de Dios, en Él se cumplen las promesas mesiánicas. Felipe da el cuarto título: “aquél de quien hablaron Moisés y los profetas”. La persona y la misión de Jesús no son fortuitas sino previstas en el testimonio unánime de la Escritura Sagrada. Natanael añade el sexto y séptimo título: “eres el rey de Israel y el Hijo de Dios”. El primer título es equivalente al de mesías, puesto que así se le llamaba por antonomasia el rey en Israel: “el ungido del Señor”. Pero resulta muy llamativo el título de Hijo de Dios en una etapa tan temprana del ministerio. Y Jesús mismo se da el último título que aparece en el pasaje, se llama a sí mismo “el Hijo del Hombre”. La imagen que presenta está muy emparentada con la visión de Daniel, el Hijo del Hombre en el cielo.