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Cultura Bíblica: La espera de la novia

En esta ocasión comentaremos la espera de la novia y cómo en el Cantar de los Cantares se prevé que en las relaciones de pareja suele haber desencuentros de este tipo. Concluiremos profundizando cómo Jesús usa esta situación para hablar de la venida definitiva del Señor. Mons. Salvador Martínez El libro del Cantar de los […]

En esta ocasión comentaremos la espera de la novia y cómo en el Cantar de los Cantares se prevé que en las relaciones de pareja suele haber desencuentros de este tipo. Concluiremos profundizando cómo Jesús usa esta situación para hablar de la venida definitiva del Señor.


Mons. Salvador Martínez

El libro del Cantar de los Cantares es, tal vez, el más conocido del Antiguo Testamento, porque habla totalmente del amor entre el hombre y la mujer. Es un conjunto de cinco poemas de amor en los cuales se describe la atracción mutua, la emoción del cortejo, los encuentros y desencuentros entre los novios, y por fin el gozo y la profundidad de la mutua pertenencia de los esposos.

Es un libro sagrado a pesar de que muchas veces no se le ha comprendido correctamente. Pero lo que nos interesa, en particular, es lo que encontramos en el cuarto cántico (Ct 5,2-6,3). La escena comienza con la novia emocionada que recibe la visita del novio, pero ¡oh, desgracia! Él se ha atrevido a visitarla a deshoras de la noche (5,2-7). Una chica decente no puede abrir la puerta de casa a media noche, él toca, él incluso intenta abrir la puerta, pero todo es en vano. Después de un tiempo el amado se resigna y se va. Entonces la pasión de la chica vence y abre. Es grande la decepción, ya no está el novio, entonces ella va en su búsqueda pregunta a los guardias de la ciudad (5,7), pregunta a las hijas de Jerusalén (5,8-6,3). Es grande la desgracia de quien no se atrevió a abrir oportunamente. Como podemos notar, en asunto de amores no todo es buena fortuna, la posibilidad de perder el cariño es un peligro latente a la relación, y ciertamente existen tanto la posibilidad de reparar o de perder para siempre aquel amor.

Nuestro Señor, en el Evangelio de hoy, aprovecha una tradición normal entre los judíos de que el novio iba con sus amigos por un tiempo indeterminado, y en el momento inesperado regresaba por su novia para llevarla definitivamente con él ¿Sería esto una forma de retomar aquel cuarto cántico del Cantar de los Cantares? No podemos asegurarlo del todo. Pero Jesús representa la llegada de Dios en el momento final de la historia, pero esta historia puede referirse tanto a la historia particular de cada persona como a la historia de la humanidad en su conjunto.

Con esta parábola el Señor insiste en la espera responsable de la llegada de Dios. No es casualidad, no es cuestión de suerte, el Señor nos invita a que caminemos con las vírgenes prudentes cada día, cada momento. La novia decidida a pertenecerle a su amado le abrirá sin remilgos y entrará al banquete definitivo, al banquete de la vida eterna. Para concluir, podemos preguntarnos si esta comparación no será demasiado dura. Prever que el Señor no acepte a algunos por haber sido poco previsores. La falta de previsión en este caso revela una decisión de no atender, de no responder a la llamada amorosa de Dios en el hoy, en el día a día. Quien neciamente deja todo para cuando sea viejo, para cuando tenga tiempo está decidiendo no amar hoy.