El drama migratorio

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Cine: Extraordinario

“Sé gentil, todos tenemos nuestras propias batallas”   Antonio Rodríguez   El silencio absoluto que deja a su paso, es una característica a la cual creía haberse acostumbrado, pero no es así, ya que uno nunca se acostumbra al escarnio. Caminar por el patio de la escuela para llegar hasta el salón de clases, pasando […]

“Sé gentil, todos tenemos nuestras propias batallas”

 

Antonio Rodríguez

 

El silencio absoluto que deja a su paso, es una característica a la cual creía haberse acostumbrado, pero no es así, ya que uno nunca se acostumbra al escarnio.

Caminar por el patio de la escuela para llegar hasta el salón de clases, pasando por interminables pasillos, es una odisea por ser quien es. Al entrar al salón las cosas no cambian de tono: miradas, silencio y pavor, permanecen. El pequeño de la cara deforme suspira largo y profundo antes de sentarse en el pupitre que ha quedado libre. En el fondo sabía que eso iba a suceder.

Augguie Pullman nació con el síndrome de Treacher-Collins, una malformación congénita que se presenta deformando los huesos cráneo encefálicos, y por eso es que su rostro es así. Su corta vida la ha pasado en su casa, en salas de hospital y en cirugías, pues por lo general sus padre evitan que salga a la calle.

Hasta ese día, su madre le había dado clases en casa, pero ha decidido que el pequeño Augguie salga más allá de las cuatro paredes que lo protegen, y aunque tiene miedo, sabe que es necesario. Su padre no está muy de acuerdo, pero ambos –junto con la hermana mayor de Augguie– deciden darle todo el apoyo posible al pequeño de la familia.

Si bien al principio no resulta nada sencillo para ningún miembro de la familia, esto poco a poco se va aligerando: Augguie comienza a hacer amigos, quienes aseguran que es una persona normal y que sólo es cuestión de acostumbrarse a su rostro. Pero hay niños que no lo ven así y no paran de molestarlo. Es ahí donde Augguie y su familia deben enfrentar lo que tanto temían, pero sobre todo, dejar que cada uno libre sus propias batallas, porque una verdadera familia siempre está en las buenas y en las malas, estén presentes o no.

Extraordinario tiene fallas, las cuales no evitan que disfrutemos la película, pero están presentes todo el tiempo: varios de los personajes son clichés, los niños ricos son engreídos y violentos, mientras que los pobres son honestos y honrados. La enfermedad que sufre el personaje principal es real, pero jamás se nos muestra lo difícil que son para un enfermo las operaciones o las recuperaciones de las intervenciones que requiere. Queda la sensación de que con un guión más pulido, pudo haber sido una mejor entrega.

A pesar de lo anterior, Extraordinario resulta altamente grata, enteramente familiar, graciosa y enternecedora; podría resultar una buena lección para los jóvenes y niños, para quiénes la primer impresión es lo que cuenta, y aunque son ellos quienes primero juzgan antes de conocer, los adultos no nos salvamos por completo de esta crítica; hay prejuicios que no se borran con la edad, y parece que entre más crecemos, más tendemos a prejuzgar sin mirarnos al espejo.