Papa Francisco agradece a sacerdotes sus lágrimas de dolor, que son como “aguas santas”

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“El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda”.

 

Antonio Rodríguez

Antes de que el sol aparezca por el oriente, las campanas de la iglesia ya han hecho su llamado a Misa. En sus respectivos lugares, los monjes de la congregación –incluso antes de probar bocado y con la neblina como gélido manto que apenas deja pasar los primeros rayos del sol– se disponen a cantarle al unísono a Dios. Los gloriosos cánticos son interrumpidos por el desgarrador grito de un moje: “Padre, ha sucedido una cosa inaudita”. Inmediatamente los presentes se dirigen hacia donde los gritos los guían. Al llegar, son recibidos por las piernas de un hombre levantadas hacia el cielo, mientras su cuerpo permanece hundido en un contenedor de sangre animal.

Los presentes aseguran que es el diablo quien se ha encargado de colocar allí al monje, y también quien días antes convenció a otro religioso de suicidarse desde la torre más alta del monasterio. “Es el diablo… es el Apocalipsis”, grita la concurrencia.



Entre los presentes está William de Baskerville, un fraile franciscano a quien se le ha encomendado la misión de viajar a dicha abadía benedictina en Italia para discernir acerca de la herejía entre la pobreza apostólica y los bienes terrenales de los sacerdotes.  También piensan aprovechar para conocer la famosa biblioteca de la abadía que es, según rumores, una de la más maravillosa y compleja de toda Europa.

Cuando Baskerville y su joven pupilo, Adso de Melk, llegan a la famosa abadía, son recibidos con los rumores de que el diablo anda suelto por los pasillos, y con el paso de los días, han sido varios los monjes que han muerto en extrañas circunstancias. Todos los fallecidos tienen el dedo índice y la lengua pintada de negro. Las autoridades eclesiásticas encargan a fray William el esclarecimiento de las macabras muertes, ya que de lo contrario los sospechosos serán juzgados por la santa inquisición.

Basada en la novela del mismo nombre del autor Humberto Eco, Jean Jacques Anaud dirige esta película que toma diferentes temáticas: cine policiaco, historia, disentimiento teológico, incluso, amor; todo con las excelentes actuaciones de Sean Connery y Christian Slater en los papeles principales.

¿Fue Cristo pobre o podía poseer propiedades? Es el discernimiento para el cual se reúnen diversos frailes y sacerdotes en la abadía. ¿La risa es buena, Cristo reía? Acerca de este tema, William de Baskerville nos dice: “Quizá la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que estos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad”. Sobre la pobreza, nos dijo el Papa Francisco en uno de sus primeros encuentros ante la prensa como Pontífice: “¡Cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres…!”





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