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“Nada cambiará mientras el poder siga en manos de una minoría privilegiada”.

 

Antonio Rodríguez

Qué irritante y molesta es la cara de ojos siniestros, esa que se pasea vanidosa por los pasillos y las calles, la misma que se encuentra en la oficina, en la habitación y en el baño. La cara de bigotes negros mira desde todas las esquinas que dominan la circulación. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, recuerdan las grandes letras, mientras los sombríos ojos miran fijamente a todo aquel que ose desafiarle. Los vigilantes de la ley hacen sus rondines mecánicamente estudiados, son los encargados de vigilar a la gente a través de los balcones, los pasillos y las escaleras. Pero estos patrulleros son lo de menos, igual fungen como un mero instrumento, lo que realmente importa es la “policía del pensamiento”, esa que se instala a través del miedo y de las amenazas, a través de la ignominia y la ineptitud. Esa que se aferra a nuestra mente.

“El gran hermano nos vigila, recuerde bien eso”. Winston Smith lo tiene claro, y cómo lo va a olvidar si el cartelón del gran hermano, mirando directamente a los ojos, está en cualquier lugar hacia donde gire su rostro, en las pantallas gigantescas de televisión, mostrando una y otra vez los mensajes desalentadores de quienes han pensado revelarse sobre el autoritarismo del dirigente de la nación. “Traidores”, les llaman.



Es 1984 y el mundo ha cambiado totalmente: Smith vive en Oceanía, una zona continental gobernada por el totalitarismo del Gran Hermano. Funge como trabajador del “ministerio de la verdad”, donde revisa cada noticia que sale en los periódicos y modifica a conveniencia del gobierno las notas. Su día trascurre como el de cualquier ciudadano promedio, es vigilado las 24 horas. En esa sociedad a nadie se le permite revelarse contra lo establecido, ni física ni mentalmente, el libre albedrío está prohibido.

Pero Winston Smith ha recibido mensajes ocultos de Julia, una joven con la que aparentemente tiene cierta empatía tanto de pensamiento como de sentimientos. El asunto es que también las relaciones amorosas están prohibidas, y no son pocos los que afirman que el partido del Gran Hermano gusta de tener espías que incitan a revelarse contra el gobierno para así evidenciar a los traidores. La duda está en el aire, pero también en la mente de Winston.  

Basada fielmente en la novela del mismo nombre del escritor George Orwell, y estrenada en el mismo año que su título indica, Michael Radford plasma magistralmente la desesperanza que evocaba la novela escrita en 1948, y en la cual Orwell advertía del totalitarismo y el control gubernamental, y cómo el Estado, ayudado de la tecnología, provocaría una gran paranoia social.  

Cámaras por todos lados, miradas inquisidoras, traiciones e intrigas, gente capaz de vender a sus amigos con tal de no sufrir las amenazas de los que llevan el control, perdiendo la dignidad en el camino.





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