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Cielo y Tierra: Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión

Alejandra María Sosa Elízaga

Hace dos mil años, Jesús caminaba lo que fuera necesario, con tal de llegar a quien pudiera necesitarlo. Hoy acepta ser llevado a visitar a quien no puede salir, pero lo quiere recibir. Lo llevan los sacerdotes, pero cuando no pueden, por el gran número de fieles que lo requieren, son auxiliados por hombres y mujeres que noche y día visitan hospitales, asilos, hogares en los cuales enfermos o ancianitos esperan con ansia la Eucaristía. Si no fuera por ellos, miles de bautizados se verían privados de este consuelo. ¿Quiénes son? Los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión (por sus siglas MESAC o MESC), también llamados Ministros Extraordinarios de la Comunión Eucarística (MECE).

Aprovechando que este jueves se celebra la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi), en el que se festeja el ‘día del MESAC’, entrevisté a algunos y te comparto sus respuestas:

¿Qué es un MESAC? Es un ministro, es decir, un servidor, extraordinario porque sólo se requiere cuando lo solicitan los ministros ordinarios (obispos, sacerdotes y diáconos), y de la Sagrada Comunión, porque ayuda a distribuirla en Misa o bien llevarla a quienes no pueden acudir a la iglesia a recibirla.

¿Qué se necesita para ser MESAC? Por una parte, ser bautizado, mayor de edad, llevar una vida de compromiso cristiano (Misa dominical, mejor aún diaria; Confesión frecuente, dedicar tiempo a orar, adorar al Santísimo, leer la Palabra y formarse en la doctrina de la Iglesia), tener gran amor y devoción a Jesús Sacramentado y deseos de llevarlo a quien lo necesite y pueda recibirlo. Por otra parte, tomar completo el curso, que suele durar meses, recibir aprobación de su párroco y ser instituido. El nombramiento es anual y renovable.

¿Qué puede hacer un MESAC? Distribuir la Comunión en Misa; darse a sí mismo la Comunión; exponer y reservar el Santísimo (no dar la bendición), y llevar la Comunión a quien por enfermedad o ancianidad no puede acudir a la iglesia a recibirla.

¿Qué no debe hacer un MESAC?  No debe recoger la colecta en Misa (para no tocar dinero antes de dar a los fieles la Sagrada Comunión). Y no debe detenerse en ninguna otra parte cuando lleva al Señor.

¿Cómo se prepara un MESAC para dar la Comunión en Misa?  Llega temprano, hace oración, y se lava las manos (o al menos usa gel antibacterial).



¿Qué es lo más te emociona? Ver cómo le cambia la cara a quienes reciben la Comunión. A veces están muy tristes y decaídos, y luego de recibir al Señor, son otros, quedan felices, llenos de paz, es precioso. También es bello ver que cada vez más gente se arrodilla a comulgar en la boca, con toda devoción y reverencia.

¿Qué te desanima? Ver gente que masca chicle y luego comulga, o se acerca sin devoción, extiende la mano como si recibiera cualquier cosa, sin importar si la tienen limpia, sin revisar luego si quedó una partícula. Y algo que está pasando y es muy triste: en algunos asilos y hospitales, nuevos directores no católicos ya no nos permiten entrar. No toman en cuenta cuánto ayuda a la recuperación de un paciente, su bienestar espiritual.

¿Qué te gustaría? Que haya una reunión anual en la que todos los MESAC tengamos oportunidad de platicar unos con otros, conocernos, intercambiar anécdotas del ministerio, hacernos amigos. Y también que hubiera tiempo para que respondan nuestras dudas, y nos den a todos los mismos lineamientos. Y que se conozca más nuestro ministerio, pues todavía hay gente que se quita de nuestra fila y se pasa a comulgar en la del padre, como si el valor de la Comunión dependiera de quien la da.

¿Qué se siente ser MESAC? Una enorme gratitud hacia Dios, que a pesar de que no somos perfectos ni mucho menos, nos concede servirlo así. Es lo más grande y bello que podemos hacer por otros: llevarles a Jesús.

Para una notita abajo del artículo:

Aprovecho este espacio para felicitar a todos los MESACs, y en especial a los de san Buenaventura, con quienes comparto, desde hace veintiséis años, este hermoso ministerio. Que el Señor nos siga permitiendo llevarlo, y no sólo en nuestro relicario, sino en nuestro corazón. ¡Enhorabuena y un abrazo!





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