Las nuevas tecnologías han avanzado rápidamente en los últimos 20 años y cambiado totalmente la forma en que nos relacionamos, compramos, pagamos cuentas y nos divertimos. Definitivamente las pantallas -con sus múltiples contenidos- han creado una tendencia hacia la constante necesidad de distracción, ocupación y entretenimiento, que estos dispositivos nos proporcionan.
Incluso cuando no estamos atendiendo un mensaje de WhatsApp, buscando algo, pagando o comprando, podemos llegar a sentir que estamos perdiendo el tiempo y surge en nuestra mente la pregunta: ¿qué se me está olvidando hacer?
Esto hace que la mente carezca de descansos necesarios, e incluso hay especialistas que señalan que para 2050 el Alzheimer y demencia senil serán problemas que padecerán 153 millones de personas en todo el mundo. Fuente: GBD 2019 Dementia Forecasting Collaborators. (2022). Estimating global and regional prevalence of dementia: Analysis of the Global Burden of Disease Study 2019. The Lancet, 396(10258), 2084-2100.
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De esa necesidad de entretenimiento constante, el sentido común, la imaginación y las capacidades para reflexionar o analizar, cada vez disminuyen más, generando en muchas personas una forma de vida en el automático:
La era de la súper información nos lleva a un agotamiento mental, llamado “burnout” que nos va quemando la energía, al grado de no poder enfocar nuestra atención, ni analizar a profundidad las diferentes situaciones de la vida. La capacidad de pensar se ve comprometida por las pantallas y el esparcimiento natural que es la observación, la lectura profunda, el sueño o simplemente el Dolce far niente que es una expresión italiana que significa “lo dulce de no hacer nada”, ha ido desapareciendo.
Con estas dinámicas, vamos arrastrando en estas rutinas apremiantes a nuestros hijos y los más pequeños, demandantes de atención constante, se frustran al no recibir ni una mirada de sus padres y mucho menos reciben, en algunos casos, tiempo de juego y conexión necesaria para su desarrollo, por ello gritan y hacen berrinches, lo que en muchos casos deriva en darles también una pantalla para que se entretengan y nosotros -los adultos- podamos seguir en nuestra rutina sin final.
En alguna ocasión, una joven mamá con su bebita de 18 meses con la tableta en mano, en brazos me decía: “Sí, ya sé… ya me lo han dicho: no debemos dar dispositivos a los niños pequeños, pero en realidad es que es muy cómodo y no tengo tiempo para entretenerla, así que se la compré.”
¿Cuántos padres modernos no piensan de modo similar? O simplemente, aunque no lo compren para el uso de sus hijos, les dan su celular para que se distraigan y evitar estarles poniendo atención. Es triste, real, creciente y muy peligrosa la adicción a la tecnología que como sociedad hemos ido desarrollando.
Por ello, es importante saber que a los niños menores de dos años, ya existen países como Taiwan y el Reino Unido, que prohíben el uso de dispositivos en bebés menores de 2 años y pueden ser sus padres acusados de negligencia si lo hacen. En otros países va creciendo la regulación de la tecnología en menores de edad, mientras que en Latinoamérica la mayoría sigue pensando: “uff qué bien que mis niños saben usar la tecnología, eso les va a servir”, como si usar YouTube y ver TikTok fueran habilidades de ventaja laboral; cuando en realidad se empieza a desarrollar la vagancia digital, que resulta de estar navegando plataformas, buscando vídeos o información sin sentido, y perdiendo el tiempo que tenemos para aprender o simplemente relajarnos.
Te propongo una sencilla regla 3-6-9-12 para evitar en menores de edad la adicción al celular y a los videojuegos, cuidando que los contenidos lleguen en los momentos en que el desarrollo de la mente puede digerirlos y que se ha desarrollado el interés por otras cosas, como el deporte, la enseñanza, el aprendizaje de idiomas y tantas habilidades útiles.
La regla 3, 6, 9, 12 para las edades convenientes en el uso de la tecnología, evita en los niños en formación, muchos problemas:
Estas son las razones de peso para dejar de pensar que las tabletas y celulares son juguetes, porque NO LO SON, son dispositivos que contienen todo lo bueno y TODO LO MALO del mundo y generan adicción.
Así como son herramientas útiles, pueden convertirse en armas contra la autoestima, el autoconcepto y generar una adicción a la violencia o pornografía, además de la adicción al celular, adicción a los videojuegos, al propio vicio de no dejar de tener algo con que entretenernos.
Hubo tiempos en que se decía: “la tecnología no es buena ni mala, es depende el uso que se le de…”, sin embargo, actualmente aunque se le diera un uso de trabajo, constructivo o de aprendizaje, si se rebasa la frontera de ocho horas frente a las pantallas, ya estamos desarrollando una fuerte adicción a estar ocupados, a ver contenidos y a nunca descansar.
Por último te comparto el ejemplo que digo en mis conferencias:
“Está un niño de 5 años mostrando a su padre su avión y dice entusiasmado: “mira papi, cómo vuela, mira que lindo”. El padre pasa de largo mirando su celular, absorto en sus pensamientos y concentrado en sus mensajes, y responde sin mirarlo: “aja, muy lindo”. El niño triste se va a su cuarto, aburrido y dolido, mientras comienza a distraerse con su propia iPad, poco a poco se clava en los contenidos, cuando su padre grita y grita su nombre para llamarlo a cenar. De pronto el padre entra enojado a la habitación de su hijo, arrebata la pantalla y le dice: “¡¿Por qué no atiendes?! ¡Te estoy llamando a cenar, es el colmo!”, lo castiga, le quita el aparato y lo jala del brazo afuera de su habitación.”
Simplemente sin palabras… y tú, ¿qué les estás ensañando a tus hijos?
*Trixia Valle es comunicóloga con maestría en educación para la paz, conferencista y escritora con 18 libros publicados desde 2002. Pionera en temas de antibullying.
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