¿Qué es el Círculo de Seguridad Parental? Claves para una crianza con apego seguro
Las redes de apoyo espiritual y emocional fortalecen a los cuidadores y permiten ofrecer vínculos sanos a los más pequeños.
Los niños buscan pertenecer, sentirse vistos, amados, seguros. Y a veces, cuando no lo encuentran en casa o en la comunidad de fe, lo buscan en los lugares menos esperados. Por eso es importante criarlos en el amor.
Y es que, en un mundo herido por la violencia, donde los niños y adolescentes son presa fácil de los grupos delictivos, hay niños que pueden sentirse seguros dentro del crimen organizado, advirtió María del Rosario Alfaro Martínez, especialista en desarrollo infantil, durante una charla virtual organizada por la Arquidiócesis Primada de México con motivo de la Semana del Buen Trato.
Te recomendamos: 10 preguntas y respuestas para que los niños conozcan a Dios
“Cuando una niña o un niño se siente comprendido y protegido, su sistema nervioso lo interpreta como ‘estoy a salvo’. Por eso podrían sentirse seguros dentro del crimen organizado, porque estas personas les ofrecen este sentido de pertenencia y de seguridad”, aseguró.
¿Qué es el Círculo de Seguridad Parental?
Para lograr esto, expertos en desarrollo infantil destacan el modelo conocido como “Círculo de Seguridad Parental”, uno de los programas con mayor respaldo científico, que plantea una idea esperanzadora: basta con que el 30% de las interacciones con los niños sean adecuadas para formar un vínculo seguro. Esto abre la posibilidad de fallar el 70% del tiempo, siempre y cuando exista un esfuerzo consciente por reparar las rupturas emocionales.
La clave, explica Alfaro, está en las señales que emitimos con el cuerpo: una voz calmada, una mirada sin juicio, una postura abierta. La seguridad emocional, aseguran, nace de la coherencia entre lo que decimos y lo que comunicamos con nuestros gestos. “Las palabras convencen, pero el testimonio arrastra”, dice, y más aún, las señales biológicas son las que verdaderamente impactan a los niños.
De la corrección al acompañamiento
La especialista enfatiza que no se trata de eliminar la disciplina, sino de convertirla en una herramienta de cuidado.
“Una cosa es no castigar, otra es no disciplinar. Los límites claros y afectuosos ayudan a los niños a distinguir el bien del mal a la vez que se sienten protegidos”, aseguró.
Una de las claves que resalta la especialista es el valor de los límites puestos con afecto. Lejos de ser represivos, los límites ofrecen estructura y protección, enseñan a diferenciar el bien del mal y permiten a los niños sentirse seguros dentro de un marco claro.
Por ejemplo, un golpe no corrige, considera la especialista, pues genera miedo y manda el mensaje de que está mal el comportamiento por la consecuencia.
“Para mandar ese mensaje de que algo en sí mismo está mal, tenemos que recurrir una disciplina positiva que explique por qué ese comportamiento no es adecuado y lastima a los demás”, recomienda Alfaro, pues no se trata de imponer, sino de guiar de forma respetuosa.
No hay “niños difíciles”
La experta cuestiona una de las ideas más arraigadas en la crianza tradicional: “No hay niños difíciles, sino cerebros desregulados que necesitan vínculos seguros”. Y es que una de las metas de la crianza es lograr que un niño se convierta en una persona capaz de autorregularse.
“Cuando nosotros aprendemos la autorregulación, podemos tenemos la capacidad para desarrollar resiliencia y salir adelante de cualquier adversidad”, asegura Alfaro.
Y aunque, idealmente, ningún niño tendría que afrontar una situación de adversidad, esto es prácticamente imposible. Por eso, como cuidadores, el mensaje más importante que le tenemos que mandar a una niña y un niño no es que no deberían de pasarle cosas malas; sino que ellos tienen la capacidad de sobreponerse.
La autorregulación emocional no nace del castigo ni del miedo, sino de la conexión emocional con adultos disponibles y sensibles.
Conexión: más que presencia física, una entrega del corazón
En una sociedad distraída, con corazones divididos entre pantallas, obligaciones y preocupaciones, la verdadera presencia se ha vuelto un bien escaso y urgente. “No basta con estar físicamente con los niños; necesitamos estar con el corazón, con la mente, con los sentidos puestos en ellos”, advierte Alfaro.
El juego, la risa compartida, las conversaciones sin prisa son pequeños gestos de amor que construyen puentes eternos. “Un minuto de conexión verdadera vale más que una hora de convivencia ausente”, recordó.
Una Iglesia que acompaña, como una madre
El proverbio africano que dice “hace falta una aldea para criar a un niño” se convierte aquí en un desafío eclesial. ¿Estamos, como parroquias, comunidades y agentes de pastoral, acompañando verdaderamente a las familias, a las madres y padres jóvenes, a quienes educan y cuidan?
Alfaro invita a volver a las raíces del cuidado comunitario: no criar en soledad, sino en comunión, como parte de un cuerpo más grande que sostiene, forma y escucha. Las redes de apoyo espiritual y emocional fortalecen a los cuidadores y permiten ofrecer vínculos sanos a los más pequeños.