La Suprema Corte de Justicia de la Nación decidió, por mayoría, eliminar la prohibición existente en todo el país sobre el consumo de mariguana con fines recreativos. El argumento base es el “libre desarrollo de la personalidad”. Este planteamiento nos hace reparar en algunos puntos.
La palabra libertad implica tomar decisiones sin condicionamiento alguno; esto no siempre se puede hacer en nuestra realidad, pues nos rigen leyes naturales imposibles de cambiar: los seres humanos, por ejemplo, no podemos volar sin ayuda de aparatos, como lo hacen las aves, pues nuestros cuerpos no están diseñados para ello. Por fortuna, la mayoría de los aviones llegan a su destino mediante un aterrizaje conveniente.
Así pues, la libertad está supeditada, en primer lugar, a las leyes naturales. En este sentido, es preciso señalar que los estados de ánimo sintéticos invariablemente tienden a caer, a hacer tierra cada vez más bruscamente, y he aquí que se vuelve necesario el consumo permanente de sustancias: la adicción.
Por otra parte, para gozar de una verdadera libertad, acorde a nuestra condición humana, lo principal es no estar sujetos a pasiones o vicios que nos aten y nos conviertan en esclavos. En este tema en particular, hay muchas probabilidades de que el consumo de la mariguana genere una adicción, la cual terminará dominando al consumidor y muy probablemente destruyendo a su familia.
Así que suena paradójico que, en aras de una supuesta libertad, la ley en realidad propenda hacia una esclavitud, la esclavitud del consumo, pues ninguna adicción es fácil de superar. Esto sin contar los daños a la salud de la persona que el consumo de la mencionada droga puede generar.
Después -y como punto esencial- tenemos el tema del desarrollo de la personalidad; en este sentido, lo primero que debemos preguntarnos es si consumir una droga por diversión ayuda efectivamente a desarrollar la personalidad. Habrá quienes dirán que sí, pues retóricamente cualquier postura es defendible; sin embargo, lo que hay que ver es qué tipo de personalidad buscamos para nuestros ciudadanos.
Para la Iglesia, las leyes deben proteger el desarrollo de la persona antes que el desarrollo de la personalidad, en virtud de que la personalidad es un atributo de la persona: la actitud con la que ésta se interrelaciona socialmente. De manera que si no cuidamos a la persona, vanos serán los esfuerzos por lograr en ella una personalidad conveniente, y en cambio, se favorecerá una personalidad autodestructiva.
Ante este análisis básico, exhortamos a los legisladores, que aún tienen la facultad de regular el consumo de la mariguana, a que piensen en el bien común y en el bien de los menores de edad al momento de emitir la legislación correspondiente.
Asimismo, exhortamos a los padres de familia a redoblar esfuerzos en el cuidado y guía de sus hijos, a fin de evitar que tomen el camino de los vicios en estos tiempos en que la ley se convierte en puerta de acceso a ellos.
En este punto, es importante señalar que para el cristiano, cualquier adicción es un hábito nocivo que termina alejando de Dios a la persona, aquella que, acobardada ante la vida, ha confiado en la trampa del consumo de sustancias el “desarrollo de su personalidad”.
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