Políticos que no entienden su misión
A nadie se le puede permitir destruir la obra justa de su semejante.
Hace unas semanas, una senadora afirmó que no es común encontrar católicos inteligentes. Y al querer igualar la confesión de una fe con la ineptitud o la falta de inteligencia, sencillamente esta servidora pública mostró que no ha acabado de entender su propia misión.
Nadie está exento de hacer el bien a sus semejantes, y quienes han sido elegidos como representantes de un grupo, o quienes han recibido un mandato cívico o político, o quienes han tenido la oportunidad de una capacitación para el servicio, deben empeñarse doblemente en ello.
A nadie le es lícito poner obstáculos o generar violencia, a nadie se le puede permitir destruir la obra justa y adecuada que cualquier semejante ha construido. Nuestro destino está ya dicho desde el Génesis: consiste en crecer y multiplicarnos, es decir, en hacer más bello y habitable nuestro mundo, en hacer el bien.
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Diálogo, no simulación
Por eso es muy contrastante que un hombre o una mujer, sobre todo si tiene un cargo público, tenga como consigna denostar o cancelar la buena acción, la inteligencia, la libertad de quien no piensa de manera igual a la suya.
En el Congreso de la Unión, y en muchos otros ambientes, lamentablemente se ha hecho más común que a base de gritos o protestas, que a base de calumnias o fáciles desacreditaciones, se pretenda tener la razón.
Cancelar al otro porque no piensa como yo, simplemente es una necedad, tal parece que esa es la competencia que desarrollan cuantos ya están acostumbrados a la protesta, que están en contra de todo. Parecería que llegan a las instituciones públicas, sencillamente para seguir destruyendo, para seguir ejercitándose en una protesta de oficio.
Es urgente volver a constatar que cualquier actividad humana debe estar enfocada al bien, hemos de aplaudir al plomero o al artista, al joven o al anciano que desde lo discreto y sencillo, o desde los primeros sitios de proyección social y política, trabajan por el bien y por la paz, y valoran y reconocen al otro incluso desde sus diferencias; esa es la postura más inteligente. Estamos a tiempo de seguir mejorado y corrigiendo –todos– el camino hacia el bien.