Nuestra realidad, nuestras oportunidades
No desaprovechemos la salida que se vislumbra a esta pandemia.
Ya varios meses de situaciones inesperadas a causa de la pandemia que tardará en superarse. Ya muchos años de expectativas en temas educativos, sociales, económicos, políticos, y cuánto falta por alcanzar.
Ya tantos siglos de historia, cultura, mestizaje, catástrofes, guerras, independencias, reformas, revoluciones, y todo sigue marcando de algún modo nuestro día a día.
No dejamos de autosorprendenrnos por la realidad escurridiza y cambiante o por nuestra idiosincrasia festiva y pachanguera, por las vueltas que da la vida, como dice la canción. Siempre enfrentando la vida, siempre mostrando nuestra calidad más sublime y también mostrando el cobre, como solemos decir. Siempre adornando la tragedia, siempre cantando el amor o el desamor, siempre con las ganas de ganar y siempre con el resultado que pudo ser mejor.
Nuestra realidad no está en los discursos de halago o en las caras de diplomática sonrisa; mas bien la realidad nos cala ante la violencia creciente o el desempleo permanente. Nuestra realidad no se basa en números de encuestas o calificativos ingeniosos. Nuestra realidad es que el semáforo epidemiológico está en naranja y nos empeñamos en actuar como si fuera verde.
Desde estas líneas podemos invitar a seguir orando al cielo en busca de soluciones, pero más invitamos a poner nuestro empeño para que la oportunidad no se desinfle en un instante. Cuando asumamos nuestra realidad en pleno y no a retazos, se logrará un cambio real y permanente, y la pandemia nos está dando la oportunidad de mostrar la mejor versión de nosotros mismos, de crecer por convicción y no por decreto.
Como Iglesia también tenemos el ánimo de volver pronto a las actividades ordinarias, pero no podemos regresar a ellas igual que antes.
Es prioritario que asumir las disciplinas sanitarias o certificaciones formales nos eleven por encima de gustos y urgencias.
Desde nuestra realidad podremos decir: “Así somos”; pero nuestra oportunidad nos está gritando: “¿A dónde quieres llegar?”
En la Arquidiócesis de México hacemos votos para que todos: gobierno y ciudadanos, jerarquía y feligreses, jóvenes y ancianos, nos volquemos con honestidad a nuestra realidad y aprovechemos con valentía nuestras oportunidades.
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