Este lunes, Donald Trump tomará posesión como presidente de Estados Unidos. El comienzo de una nueva era en la política estadounidense tiene importantes repercusiones en México y el resto del mundo. Esta transición marca un momento crucial para reflexionar sobre los valores que guiarán las relaciones bilaterales y la política interna de una de las naciones más influyentes del planeta.
Como menciona el Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti, la buena política es aquella que es puesta al servicio del bien común; rechaza el individualismo y crea puentes en lugar de muros. Este mensaje resuena especialmente en un momento en que el mundo enfrenta grandes desafíos globales que requieren cooperación y solidaridad. Como Arquidiócesis de México, expresamos nuestro deseo de que esta nueva administración se rija bajo estos principios, promoviendo políticas que beneficien a todos, especialmente a los más vulnerables, y que fomenten el respeto mutuo y la dignidad humana.
El Papa Francisco también subraya la necesidad de una política que no fomente la división ni el enfrentamiento. En este sentido, hacemos un llamado para que se evite el lenguaje de odio y la discriminación, y que, en su lugar, se promueva un diálogo abierto y respetuoso. En particular, nos preocupa el discurso anti-inmigrante que ha caracterizado parte de la retórica de Trump. La migración es un fenómeno complejo que requiere soluciones humanas y compasivas, y no podemos ignorar el sufrimiento de aquellos que buscan un futuro mejor lejos de sus tierras natales.
Tradicionalmente, la Iglesia Católica ha sido una institución que acoge y apoya a los migrantes, reconociendo en ellos el rostro de Cristo. Por ello, nos comprometemos a seguir trabajando para brindar apoyo y acompañamiento a quienes lo necesitan, independientemente de las políticas que se implementen.
Ante la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ocupamos estas líneas para recordar a la sociedad que la misión de la Iglesia es estar siempre del lado de los más necesitados, defendiendo sus derechos y su dignidad.
La democracia es un bien preciado que debe ser cuidado y defendido constantemente, asegurando que las voces de todos sean escuchadas y que se respeten los derechos fundamentales. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos y como comunidad de fe vigilar que se cumplan los principios de justicia, equidad y respeto que están en el corazón de la vida democrática.
No nos dejemos engañar por quienes ostentan la bandera del catolicismo, pero denigran a los vulnerables, fomentan la cultura de la muerte o priorizan el individualismo.
La fe cristiana siempre vigilará que se cumpla el mensaje del Evangelio, un mensaje que no excluye, que abraza a todos y que pone un énfasis especial en los más necesitados.
En estos tiempos de incertidumbre, reafirmamos nuestro compromiso de trabajar por una sociedad más justa y solidaria, recordando que la buena política establece que como humanidad nos haremos más fuertes si trabajamos juntos y no separados.
Hacemos un llamado a todos los fieles a orar por el nuevo presidente de Estados Unidos y por los líderes del mundo, para que sus decisiones estén guiadas por la sabiduría, la justicia y el amor al prójimo. Que el Espíritu Santo los ilumine en su camino y les inspire a construir un mundo donde la paz y la fraternidad sean posibles para todos.
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