Evangelio y lecturas de la Misa del domingo 3 de noviembre 2024
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser y amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos.
Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 3 de noviembre 2024. ¡Conócelas!
Lecturas y Evangelio del 3 de noviembre de 2024
- Primera Lectura: del Deuteronomio (6, 2-6).
- Salmo: (17).
- Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos (7, 23-28).
- Evangelio del día: Evangelio según San Marcos (12, 28b-34).
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Primera Lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (6, 2-6)
En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: “Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: ‘Es una tierra que mana leche y miel’. Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria”.
Palabra de Dios.
Salmo
Salmo 17
R/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (7, 23-28)
Ha habido multitud de sacerdotes del antiguo testamento, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día “como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo”, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.
Palabra de Dios.
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Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Marcos (12, 28b-34)
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”.
Respondió Jesús: “El primero es: ‘Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser’. El segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay mandamiento mayor que éstos”.
El escriba replicó: “Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: “No estás lejos del reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio: Cerca del Reino
Al terminar su diálogo con el escriba, Jesús le dice que no está lejos del Reino de Dios. Y la conversación se cierra no sólo entre ellos, sino en el entorno más amplio: nadie hizo más preguntas. Más allá de lo incidental, podemos decir que todo lo que el Maestro enseña se ha sintetizado integralmente.
Si el anuncio de Jesús ha consistido en la inminencia del Reino, éste se ha mostrado accesible de manera definitiva a los corazones bien dispuestos precisamente cuando este escriba ha hablado muy sensatamente. Se reconoce la consonancia entre el mensaje de Jesús y alguien que lo ha escuchado. Los mandamientos se han expresado con elocuencia, y la clave para llevar adelante una vida conforme a la voluntad de Dios se ha manifestado.
El mensaje espiritual y moral del Evangelio es el secreto para vivir bien, conforme a la voluntad de Dios, de acuerdo con la naturaleza humana. Se encontraba ya densamente contenido en el Antiguo Testamento. La novedad del deber respecto a Dios y al prójimo consiste en la misma persona de Cristo. Es Él quien integra en su ejemplo lo que Dios siempre comunica a las conciencias sensatas y lo que corresponde, al mismo tiempo, a las búsquedas humanas sinceras y bien orientadas.
Los discípulos del Señor tenemos a nuestro alcance este secreto de la vida nueva. Y no podemos sino conmovernos, como le ocurrió tanto al escriba como a Jesús. Hay una afinidad fundamental entre las más nobles tensiones del corazón y lo que el Señor nos invita a realizar. La fe no es un absurdo que contradice nuestra naturaleza, sino su expresión mejor lograda. Amar a Dios y amar al prójimo es la síntesis de toda sabiduría.
La alegría que brota de esta certeza se convierte en compromiso. A nuestro alcance está su realización. No se nos plantea algo imposible. Pero tampoco es algo automático. El aprendizaje debe ratificarse en un estilo de vida. Y pasa por el gusto compartido de dialogar sobre él, de confirmarnos unos a otros en la convicción común. A través de la palabra, la profundización que realizamos sobre lo que el Señor nos ha enseñado nos confirma en su bondad. Se nos llama al amor, a un amor ordenado y generoso. No podemos sino acoger la enseñanza con entusiasmo. El Señor nos invita a una plenitud hermosa. No hacen falta más preguntas.
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