Me sentí ignorado
Escuché alguna vez que por bella razón Dios nos había dado una sola boca en contraste con dos oídos, como para insistir en que es más importante escuchar que hablar
ESO DE SER IGNORADO de plano es muy feo, tanto que hasta la canción de Julio Jaramillo (+1978) lo dice con elocuente sonoridad casi socrática: “ódiame por piedad, yo te lo pido, odio quiero más que indiferencia, porque el rencor duele menos que el olvido”; ¿será atrevido de mi parte sospechar que hasta cantaste con emoción mientras leías?… EL BERRINCHE DEL CHAMACO es un intento irracional de llamar la atención que rápido puede convertirse en arma para lograr un buen chantaje y vencer a sus papás; la así llamada “ley del hielo” no es otra cosa que un berrinche de adultos; si dejas a alguien en “visto” ya le estás clavando -aunque involuntariamente- una daga en su frágil orgullo… POR EL CONTRARIO -y a bien decir- cuando hay alguien que habla y otro alguien que escucha, se inicia un precioso y valioso círculo cuya redondez excluye toda arista grosera y agresiva, un círculo llamado a seguir girando para construir un proceso de comunicación, de integración, de vinculación, proceso necesario para cualquier mortal… Y MI ARGUMENTACIÓN HOY, como en otras ocasiones, viene porque justo cuando necesitaba quién me sugiriera un tema, me dejaron en visto, me ignoraron, casi me desconectan prefiriendo una diversión muy lícita pero que a mí me dice muy poco… NO IMAGINES QUE ESCRIBO por despecho o con quejjjido (mira, ¡hasta rechinó la palabra!), pues no me tomo tan a pecho que me ignoren, más bien aprovecho para compartir el tema y sacar algo de provecho por la ocasión… ESCUCHÉ ALGUNA VEZ que por bella razón Dios nos había dado una sola boca en contraste con dos oídos, como para insistir en que es más importante escuchar que hablar, estar más abiertos a la palabra que se recibe que a la que podemos decir; yo mismo reviso que tanto hablo (aquí lo hago con mis diez dedos) y que tanto escucho (a veces con los ojos, cuando leo), y concluyo que debo seguir receptivo para luego poder ofrecer… EL PAPA FRANCISCO REITERA con cierta frecuencia que estemos atentos a evitar toda clase de chismorreo y habladurías, pues son fuente de graves discordias y problemas; yo sospecho que eso de hablar mucho es como una treta para evitar que el otro hable y tengamos que escucharlo: ahí nos urge un sano equilibrio… QUIERO ENFOCAR mi pequeño discurso a lo que solemos hacer con Dios: le decimos, le pedimos, le insistimos, le rogamos, le suplicamos, ¡le reclamamos!, le volvemos a decir, le reprochamos, ¡casi le exigimos!, y poco -¡muy poco!- le escuchamos; ¡tremendo error de parte nuestra, que nos hacemos la ilusión de acudir a Él pero imponiéndole nuestra palabra y no escuchando la suya!… LA HISTORIA DE SAMUEL, aquel muchachito que crecía en el templo del Señor (1Sam 3) tiene un detalle muy especial y podría constituir una oración habitual para ti, para mí, para todos; en efecto, el sacerdote Elí le enseña que si vuelve a escuchar la voz de Dios, responda: “¡Habla, Señor, que tu siervo te escucha!”… HOY QUIERO TERMINAR subrayando que si tú o yo nos sentimos muy mal cuando se nos ignora, ciertamente cuando ignoramos a Dios es todavía más grave, pues además de dejarlo al margen de nuestros asuntos, nos perdemos de lo que puede enseñarnos desde su sabiduría infinita, lo que puede darnos en su providencia admirable, lo que puede sanarnos en su misericordia sin medida, lo que puede enriquecernos con su Amor que nunca nos ignora…