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Claro ejemplo

15 julio, 2023

TRISTE, MUY TRISTE espectáculo el que da quien debiendo ejercer un poder sencillamente se conduce como incapaz, incompetente, movido solo por conveniencias e intereses que le llevan a olvidar que el auténtico poder es el servicio, que el poder válido consiste en la promoción de quien más necesita, en el cultivo de la justicia y la paz, en la búsqueda de la unión de todo el pueblo; de otro modo, aunque ostente un poder, se queda como impotente…

CLARO EJEMPLO de un poderoso inútil e incapaz -que más bien fue tonto total- es Herodes: con todo y tener ejércitos a su servicio, con todo el poder económico que le daba su posición, y aunque pudo haberse rodeado de gente sabia y prudente, prefirió rodearse de lacayos y serviles, que solo le endulzaban el oído y le sobaban el ego…

PUEDO DECIR QUE antes de que a Juan el Bautista le cortaran la cabeza –bien puesta y en su lugar la tenía- el mismo Herodes ya la había perdido por no tenerla en su lugar ni con la firmeza debida, al punto que bastó el berrinche de la madre de una damisela para perderla, lo que demostró que aquel hombre no merecía estar en el trono de un poder que despilfarró tontamente…

CUANDO LA ESPADA –filosa y atinada- cortó la cabeza del profeta, el resultado fue todo lo contrario de lo que esperaba el tonto-monarca, pues aquel crimen le dio más lustre a la misión del hombre de Dios, y lejos de acallar su denuncia, evidenció la mentira, la injusticia, la porquería con que se había llenado y ensuciado no sólo el trono, sino todo el palacio en que habitaba aquel rufián de Herodes…

¿CUÁNTOS FARAONES habrán querido silenciar a los súbditos que criticaban sus excesos y fechorías?, tal vez fueron más de dos, no lo sé con precisión; ¿cuántos emperadores y césares habrán eliminado a los ciudadanos romanos que les echaron en cara sus tropelías?, parece que fueron más de una docena, tampoco lo sé con precisión; y si venimos prestos hasta tiempos recientes –hoy dejamos a un lado los presentes-, como la llamada revolución mexicana, veremos una sangría interminable que parece no terminar…

CUANDO INVITARON A Emiliano Zapata a sentarse –momentáneamente- en la silla presidencial, rechazó el halago y su argumento fue práctico, directo y sensato: “El que se sienta en esa silla se vuelve loco”, y se refería a la locura que da un poder que ha perdido su sentido más neto y honesto, porque el poder sin auténtico espíritu de servicio solo endiosa y lleva a perder la cabeza, como le pasó a Herodes y a tontos otros (perdón, quise decir a tantos otros, pero el corrector me corrigió)…

QUIERO COMPARTIR lo que encontré en la página electrónica de la Revista C&E (Campaings & Elections México, con sede en Puebla) y que ayuda al argumento que hoy traigo, y lo anoto en el estilo propio de esta columna, dando todo el crédito a la fuente citada e iniciando cada párrafo con comillas que se cerrarán al final de la transcripción…



“BUENA PARTE DE los seres humanos podemos autoengañarnos adoptando una ideología para ocultar una EGOLOGÍA; el ego usa el disfraz de la ideología para justificar nuestros deseos, no importa si eso significa la muerte de otros seres humanos o el daño irreversible a la propia vida…

“AHORA MUCHOS ENARBOLAN la causa para que los gustos o deseos de su ego se vuelvan derechos, mientras evitan hablar de las responsabilidades; suelen valerse del insulto o la ironía contra los que les recuerdas que no hay derechos sin responsabilidades; cada ego trae sus propios datos que alimenta la confusión y el caos…

“LA IDEA DE LOGRAR que mis deseos se conviertan en leyes y construir ‘mi paraíso en la tierra’, siempre termina chocando con la realidad y acelera el colapso personal y de grupo; la crisis aparece cuando los deseos del ego no logran funcionar en el mundo real: ignorar la verdad siempre traerá consecuencias”…

TALES PALABRAS de la revista dicha y las propias, bien se aplican a lo que está sucediendo en Nicaragua, en Rusia, en Cuba, en Venezuela, en Corea del Norte, y en casa de fulano y de zutano, y –como decía el ranchero- en las mulas de mi compadre; y lo he querido señalar con la firme esperanza de que acabe el triste –tristísimo- espectáculo que cualquiera de nosotros pueda estar dando aunque no viva en un palacio, como Herodes…

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.





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