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COLUMNA

Ángelus Dominical

Ángelus dominical: Educación cívica para resolver nuestros problemas

La pandemia también es una oportunidad para educarnos más en el trato familiar y en el ambiente cívico.

17 enero, 2021
Ángelus dominical: Educación cívica para resolver nuestros problemas
Angelus Dominical.

HAY TANTAS COSAS que serían cómicas si se quedaran en la ficción, pero llegando a ser realidad resultan ser patéticas: si te insisten que permanezcas en tu casa cuando los ves tranquilos en la playa, o cuando presumen -ante el micrófono- una patria en paz y orden pero descalifican y prescinden de las instituciones y grupos legítimos que no son afines a la ideología en turno, o cuando proclaman que se busca la salud para todos y se esmeran en poner obstáculos a hospitales o a la distribución de medicinas; andando así todo resulta patético…

TÚ BIEN SABES -y tal vez yo lo sé un poco más- que esta página no tiene como finalidad destruir lo bien cimentado, ni pretende echar para abajo lo que debe ir hacia arriba, tampoco es finalidad de estas líneas seguir rascando la herida ni echarle más leña al fuego; sin embargo, guardar silencio y voltear para otro lado, o esconderse tras una cara cordial o una fachada diplomática, sencillamente es volverse cómplice en mayor o más grande medida…

EN UNA CIERTA CASA, de una cierta ciudad, de un cierto país, hace como miles de millones de años, la mamá recibió gustosa la sala nuevecita que tanto había soñado: tapizada en terciopelo rojo y con diseño rococó, con molduras de madera (simulada, pues) y soberbios copetes al respaldo sobreabundantemente superexagerados (bueno, tantito más), las patas como garras felinas y los mullidos cojines (¡válgame el cielo!) apenas dejando lugar mínimo para que cualquier visitante enjuto pueda sentar sus reales…

SU GOZO APENAS florecido, fue secundado por una preocupación ya ensayada con otros muebles: rápida encontró unas sábanas de uso y medio, suficientes para cubrir y proteger su reciente adquisición, de modo que nadie osara atentar contra la finura y limpia galantería de sus muebles nuevos, mucho menos -¡no!- sus tres críos (6, 8 y 10 de edad) que apenas tuvieron tiempo de imaginar un leve brinco pirata en mobiliario colmado de suculencia señorial…

LA PROHIBICIÓN IMPUESTA hubiera sido evidente signo de totalitarismo imperialista, a no ser por el matriarcal argumento dicho sin pérdida de tiempo y con la fingida ternura rayando en el ridículo: “¡Hay que cuidar y conservar lo que tanto trabajo nos ha costado!”; en efecto, para ser directos sólo se podría hacer uso de la sala en contadas ocasiones y sin retirar la eficaz cubierta protectora…

SI LA MAMÁ HUBIERA invertido un poco de su atención en educar a los hijos en el uso correcto de cada cosa, y si con sencillos argumentos los hijos hubieran valorado la utilidad y decoro de la sala, si acaso sentados cómodamente en ella se hubiera disfrutado de una charla afectuosa, o si -aunque fuera por equivocación- se le diera mayor atención a los hijos que a los muebles, lo que les sucediera a los muebles sería nada en comparación a lo que no pudieron disfrutar ni los hijos ni nadie…

LA FICCIÓN MÍA sobre aquella mamá y sus muebles, resultaría cómica si no la viera reflejada en la rutinaria faena de insistir en prohibiciones y castigos, y no en una educación cívica más formal y útil; también imagino a la mamá totalitaria cuando la cancelación y aniquilamiento de leyes, organismos y obras públicas de beneficio común se implantan bajo argumentos de ahorro, de sobriedad, o de rechazo a todo lo que no dicta la tal mamá…

SOBRAN EJEMPLOS de cómo diversos pueblos y naciones han enfrentado las crisis y catástrofes: con educación, con disciplina, con trabajo honesto; abundan historias de familias que se han superado por las buenas: con respeto, con unidad, con sentido común; son claros los auténticos héroes que han logrado derrotar adversidades a un costo noble: con la no-violencia, con la igualdad de derechos raciales, con la auténtica preocupación por el medio ambiente…

SUPLICO TU PERDÓN, amable lector, si imagino a Jesús diciendo en medio de la pandemia: Han oido que se dice “usa el cubrebocas”, pero yo les digo “pon atención a toda tu salud”; han oído que se dice “lávate las manos”, pero yo les digo “sé correcto en el uso de todos tus bienes”; han oído que se dice “guarda tu sana distancia”, pero yo les digo “procura que tus encuentros sean más constructivos y serviciales”…

JESÚS NO VINO a cancelar la ley y los profetas (lo dijo muy claro en Mt 5, 17) y hoy por hoy tampoco rechazaría lo noble y bueno viniera de donde viniera, ni se opondría a lo que resultara en beneficio actual y futuro aunque él no fuera quien lo planteara, tampoco impondría un seguimiento ciego -¡no lo hizo!- bajo amenaza de qué tipo; más bien apeló al convencimiento y a la decisión de cada uno de sus seguidores, más bien le apostó a los valores del Reino de Dios (Mt 6, 33)…

ESTOS TIEMPOS DE pandemia nos pueden vender -muy caro- la idea de que es mejor cubrir con una sábana las realidades cotidianas y quedarnos apanicados y desconfiados de todo; pero también son oportunidad para educarnos más en el trato familiar y en el ambiente cívico; son tiempos en que la mamá y los hijos podemos aprender a valorar y utilizar adecuadamente la sala, los demás los muebles, y toda la casa común…

 

 

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