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OPINIÓN / Sacerdote, periodista y escritor de la Arquidócesis de San Luis Potosí.
  LETRAS MINÚSCULAS Por JUAN JESÚS PRIEGO
         ELl descanso y la culpa
eyendo las cartas que Jacques continuamente dejar de hacer algo. ‘Más Maillet (1913-2009) escribió a vale hacer cualquier cosa que no hacer su novia, encuentro esta frase nada’: tal es el principio que, como una que me hace brincar en la silla cuerda, sirve para estrangular toda cultura
y ponerme nostálgico: “Considera tu des- y todo gusto superior. No disponemos ya
@desdelafemx
“Fíjate -dice el Señor- en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el séptimo es un día de descanso dedicado al Señor, tu Dios; no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni el emi- grante que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos y el séptimo des- cansó; por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó” (Éxodo 20, 8-11).
Se comprende que Dios haya elevado el descanso a categoría de mandamiento. Si en Egipto habían sido esclavos, ahora ya no lo eran, y había que demostrar su nueva condición de hombres libres descansando: “Durante seis días harás tus faenas, pero el séptimo día descansarás, para que reposen tu toro y tu burro y se reponga el hijo de tu esclava y el emigrante” (Éxodo 23, 12).
“Di a los israelitas: Guardarán mis sába- dos, porque el sábado es la señal convenida entre yo y ustedes... Guardarán el sábado porque es día santo para ustedes; el que lo profane es reo de muerte; el que trabaje será excluido de su pueblo. Seis días pueden trabajar; el séptimo es día de descanso so- lemne dedicado al Señor... Los israelitas guardarán el sábado en todas sus genera- ciones como alianza perpetua. Será la señal perpetua entre yo y los israelitas, porque el Señor hizo el cielo y la tierra en seis días y el séptimo descansó” (Éxodo 31, 13-17). “Durante seis días trabajarán, pero el sép- timo es día de descanso solemne de asam- blea litúrgica. No harás trabajo alguno. Es día de descanso dedicado al Señor en todos tus poblados” (Levítico 23, 3).
Podría citar otros textos más, pero con estos basta para caer en la cuenta que el descanso es algo serio, y que si Dios lo or- dena, por algo será. Él es el Señor del tiempo, y le gusta que los hombres, sus criaturas, tengan tiempo. Desde los tiempos de Moi- sés -¡vaya cosa!- reposar es un deber.
canso como un deber”. Subrayo el renglón, cierro el libro, me pongo a dar vueltas en mi cuarto y miro a través de la ventana por largo rato. Esta súplica que no ha sido diri- gida a mí me hiere en lo más vivo, porque yo no sé descansar. ¿Cómo se practica este arte difícil? Según Maillet, existe el deber del reposo. ¡Dios mío, y pensar que la carta fue expedida en 1943, cuando la vida era aún más soportable por menos ajetreada!
En otra carta le dice también: “Son las nueve. Me he impuesto la norma de dormir por lo menos ocho horas al día... Lee, pues, dulcemente, sueña, pasea. Haz todo esto por mí... Una enfermedad grave puede alo- jarse rápidamente en un organismo cansado”.
Vuelvo a mi escritorio y hurgo en mi cuaderno de notas; busco un espacio en blanco para transcribir estos pensamientos de Maillet y mis ojos van a dar a una página en la que encuentro estas palabras que Friedrich Nietzsche (1844-1900) dejó escri- tas en La gaya ciencia, uno de sus libros más importantes (No recuerdo cuándo transcribí en mi libreta esta larga cita):
“Hay un salvajismo de indios en la ma- nera en la que los norteamericanos aspiran al dinero; y su frenesí del trabajo –verdadero vicio del Nuevo Mundo- comienza ya a contaminar a la vieja Europa y a difundir una falta de espíritu completamente extraña. Ahora ya siente vergüenza de entregarse al descanso, y la reflexión dilatada provoca remordimientos. Pensamos con el reloj en la mano, lo mismo que tomamos el desa- yuno con los ojos fijos en la cotización de la bolsa. Vivimos como quien teme
del tiempo ni de la fuerza necesaria para las ceremonias, para la cortesía, para todo espíritu de conversación y, de manera ge- neral, para el ocio... El trabajo se adjudica cada vez más la buena conciencia; la bús- queda de solaz se denomina ya necesidad de reposo y comienza a avergonzarse de sí misma... Es más, pronto llegaremos al ex- tremo de no ceder a nuestra inclinación por la vida contemplativa sin despreciarnos por ello y sin tener mala conciencia” (§ 329).
¡Qué razón tenía Nietzsche! A su modo, era un profeta.
Si en este momento sonara mi teléfono y alguien me preguntara qué estoy haciendo, ¿Confesaría que me hallo sentado en mi escritorio ordenando notas y pensando en el descanso? ¡De ninguna manera, pues quienquiera que fuese, me tomaría por holgazán! La respuesta tendría que sonar aproximadamente así: “Estoy en una reu- nión muy importante”; o: “Voy manejando, te marco luego”; o, quizá: “Estoy dando clase; ¿podrías llamarme más tarde?”. Sólo así tendría derecho al perdón, pues nadie me comprendería si le dijese: “Estoy escribiendo algo en mi cuaderno de notas”; “¿Qué hago? Leo a Nietzsche”; “Precisamente ahora es- taba mirando a través de la ventana los colores del crepúsculo”.
En otras palabras, el descanso va hoy acompañado de un gran sentimiento de culpa; nos hace mentir y luego sentirnos mal por haber mentido.
Sin embargo, cuando uno repasa las pá- ginas de la Biblia, descubre que para Dios el descanso del hombre es algo que no podía tomarse a la ligera:
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desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial 20 de marzo de 2022 19














































































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