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/ VIDA Y FE
CIELO Y TIERRA
ALEJANDRA MA. SOSA ELÍZAGA
           5 cosas que podemos aprender e los mártires cristeros
@AleMSosaE
Expresaban así que tenían un profundo amor y devoción a la Virgen, a la que te- nían como Madre amorosísima, y a la que se encomendaban devotamente.
Cuando se cerraron los templos y se celebraban Misas clandestinas en los ho- gares, los laicos dependían de que hubiera un sacerdote disponible y un lugar seguro, no estaba en sus manos que se pudiera celebrar Misa diario, pero lo que sí estaba en sus manos, literalmente, era el Santo Rosario, y por eso, aún a riesgo de su vida, se reunían a rezarlo diario.
Nunca dejaron de encomendarse a la intercesión maternal de Santa María de Guadalupe, y Ella les correspondió: nunca dejó de velar por ellos en la tierra, y cuan- do murieron los condujo al Cielo.
4. ERAN INGENIOSOS
Ante las injusticias y persecuciones, no se achicaban, no se dejaban amedrentar ni se quedaban encerrados, al contrario, inventaban modos muy ingeniosos para poder seguir participando de los Sacra- mentos y mantener viva la fe: se disfra- zaban para eludir a sus perseguidores, escondían en los sitios más inesperados los objetos sagrados, vestiduras, hostias y vino para la Misa; se las ingeniaban luego para distribuir la Sagrada Comunión a quien la requería. Fue ejemplar cómo pusieron sus cualidades, con gran imagi- nación, al servicio del Señor.
5. NO DEVOLVÍAN MAL POR MAL
Ninguno de los mártires cristeros ca- nonizados por la Iglesia participó en actos violentos. Se vieron tentados a hacerlo, pues las injusticias y crímenes que pre- senciaban a su alrededor clamaban ven- ganza, pero en su lucha por la paz, se mantuvieron amando y perdonando hasta el final. No hay otro camino más seguro para alcanzar la santidad.
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provechando que este 20 de noviembre celebramos al beato Anacleto González Flores, que fue uno de los
morían, sería por lo que más valía la pena: por amor a Jesús; perderían la vida terrenal pero ganarían la celestial. Por eso muchas familias católicas no dudaban en hospedar sacerdotes, y aceptaban valerosas que en su hogar se celebraran Misas y otros Sa- cramentos. Tomaban todas las precaucio- nes, pero estaban dispuestos a asumir lo que les sucediera, por amor a su Señor, con plena confianza en que Él les daría Su gracia para tener la fortaleza de en- frentarlo todo, y si les tocaba dar la vida, los recibiría con los brazos abiertos y re- compensaría con creces su sufrimiento y martirio.
Cabe recordar que antes de morir, san Joselito, joven mártir cristero, le escribió una carta a su mamá en la que le decía: ‘nunca fue más fácil ganarse el Cielo’.
3. ERAN GUADALUPANOS
Casi todos ellos, cuando los iban a fusilar, no sólo honraban a Cristo Rey, sino tam- bién exclamaban: ‘¡Viva la Virgen de Guadalupe!’
Ante las injusticias no se achicaban, ni se quedaban encerrados
mártires cristeros, y aprovechando tam- bién que se celebrará el día del laico mexi- cano, cabe que nos preguntemos qué podemos los laicos de este tiempo, apren- der de él y de otros mártires laicos como él. Y cabe dar al menos 4 respuestas.
1. JESÚS ERA EL CENTRO DE SU VIDA
El grito de ‘¡Viva Cristo Rey!’ no era un slogan, un ‘grito de guerra’ como dice la canción, ni una frase célebre que deci- dieron pronunciar antes de ser fusilados.
Era expresión de una fe profunda. Ex- ternaba lo que sucedía en su interior: Cristo reinaba en su corazón, era el centro de su vida, su Señor, su Rey.
Vivían tomados de Su mano, buscando agradarlo en todo. Dedicaban tiempo de su día a orar, a leer la Palabra de Dios, y mientras fue posible, acudieron diario a Misa.
Por eso no aceptaron sin chistar verse privados de los Sacramentos, y que los fieles fueran perseguidos, atropellados, asesinados por su fe. Y en lugar de su- cumbir al miedo o a la indiferencia, hi- cieron cuanto estuvo a su alcance para oponerse pacíficamente a la persecución contra la Iglesia Católica.
2. NO TEMÍAN MORIR POR CRISTO
No eran temerarios ni despreciaban su vida, pero sabían que era pasajera, que lo más importante no era aferrarse a con- servarla a costa de faltar a su fe, a la verdad o a la caridad, sino vivirla a plenitud, y si
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