“Me concedió los dos grandes milagros. Ella es el amor de mi vida, soy entrañablemente guadalupano” , así define su devoción a la Virgen de Guadalupe el padre Guillermo Mendoza, quien es conocido por su participación en el programa La Voz México en 2018.
El sacerdote y actual vicerrector en el Seminario Conciliar de México, asegura que debe su vocación, así como la vida de su madre y sus hermanos de sangre, a la intercesión de la Santísima Virgen.
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“Ella me llevó a enamorarme de su hijo desde que era un pequeño. Su imagen en la Basílica de Guadalupe y San Juan Pablo II, fueron los detonantes de mi vocación”, lo cual considera como el primer milagro en su vida.
Pero la Virgen no sólo guio sus pasos al seminario, sino que su intercesión también está presente en la vida de su madre y de sus hermanos: Emilio y Esteban.
“Mi madre tuvo un parto gemelar donde sufrió preeclampsia y cayó en coma. A los tres les daban muy pocas esperanzas de vida”.
El sacerdote arquidiocesano recuerda que todos los días le pedía a la Virgen de Guadalupe, con mucha fe y con lágrimas en los ojos, que salvara a su madre y sus hermanos. A los cuatro días su madre despertó y evolucionaba poco a poco, al igual que los bebés.
“Un día, el médico nos dijo que uno de mis hermanos, Esteban, tenía parálisis cerebral, y que viviría entre 5 o 6 años. Llegó el día en que los dieron de alta y fuimos a dar gracias a la Basílica de Guadalupe; desde el carrillón hasta el altar, fui de rodillas cargando a los dos bebés, como muestra de mi agradecimiento a mi madre del Cielo”.
Ese día el Santísimo Sacramento estaba expuesto, ahí Guillermo Mendoza se acercó a Él y le dijo que había sentido su llamado desde muy pequeño, pero que no se había sentido preparado para ‘dar el sí’, hasta ahora. Poco tiempo después ingresó al Seminario.
“No hay nadie en el mundo que haya sido desatendido por nuestra Señora. Esteban ha sido un regalo celestial, pues nos ha entregado amor y nos ha enseñado a amar y este año cumplió 20 años”, expresa.
Recuerda que cuando era seminarista, trabajaba en la Basílica de Guadalupe para poder completar el costo de la colegiatura. Un día, limpiando el altar, la pudo escuchar.
“Es la primera vez que lo cuento y no me importa que me critiquen, era la voz de nuestra Señora. Una noche, después de la Misa en la Basílica de Guadalupe, escuché su dulce canto, la voz de una gran mujer”, señala el sacerdote.
“Seis ocasiones he tenido la oportunidad de entrar al camerín para verla de cerca, sus ojos nos miran con amor, creo que es la única imagen mariana que no mira al cielo, ella ve a sus hijos. Y en estos tiempos difíciles, no dudemos que Ella nos consuela, nos cobija y nos ayudará para salir delante de esta dura prueba”.
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