En la homilía que pronunció en la casa Santa Marta, el Papa Francisco advirtió del peligro de perder la capacidad de sentirse amado y rechazar la gratuidad de la salvación.
Francisco comentó el Evangelio en el que Jesús narra una parábola en la que un hombre invita a una gran cena, pero algunos de los comensales finalmente dicen que no pueden asistir.
Estaban apegados al interés hasta el punto de que les llevaba a una “esclavitud del Espíritu” y a ser “incapaces de entender la gratuidad de la invitación”.
“Si no se entiende la gratuidad de la invitación de Dios no se entiende nada. La iniciativa de Dios es siempre gratuita. Pero para ir a este banquete, ¿qué se debe pagar? El billete de entrada es estar enfermo, ser pobre, ser pecador. Ser necesitado en el cuerpo y en el alma”.
“Para la necesidad de curarse, de sanar, hay que tener necesidad de amor”, dio Francisco. La gratuidad de Dios “no tiene límites” porque “recibe a todos”, y recordó a continuación la parábola del hijo pródigo.
“Éste ha gastado todo el dinero, ha gastado la herencia, con los vicios, los pecados, ¿y tú le haces una fiesta?”. “Este no entiende la gratuidad de la salvación, piensa que la salvación es el fruto del ‘yo pago y tú me salvas’. Pago con esto, con esto, con esto… ¡No!, la salvación es gratuita”.
El Pontífice dijo también que “la salvación es un don de Dios al que se responde con otro don, el don de mi corazón”.
También denunció a aquellos que “intercambian” un don con otro y hacen negocio porque Dios “no pide nada a cambio”, solo “amor, fidelidad, como Él es amor y Él es fiel”.
“La salvación no se compra, simplemente se entra en el banquete”, advirtió. “Dichoso el que tome el alimento en el Reino de Dios”.
Y aquellos que no quieren entrar en el banquete “se sienten seguros”, “salvados a su manera fuera del banquete” y “han perdido el sentido de la gratuidad”. “Han pedido una cosa más grande y más hermosa todavía y esto es algo muy feo: han perdido la capacidad de sentirse amados”.
“Cuando tú pierdes la capacidad de sentirte amado no hay esperanza, has perdido todo. Nos hace pensar en lo escrito en la puerta del infiernodantesco (del libro de Dante): ‘Dejad la esperanza’, has perdido todo. Pidamos al Señor que nos salve de perder la capacidad de sentirnos amados”.
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