Abandono, violencia y robo, son sólo algunos de los males que sufren algunos ancianos en sus hogares; esta realidad la conoce muy bien el sacerdote y fundador del Asilo de Nuestra Señora de los Ángeles, el padre José Guadalupe Jiménez, quien aprovecha este espacio para denunciar esta crueldad.
Hace poco más de 30 años, al toque de puerta de una anciana en la Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles, en la colonia Ejército de Oriente, el padre José Guadalupe Jiménez inició una obra de caridad que muy pronto se convertiría en un asilo para ancianos, quienes hasta la fecha siguen necesitando del apoyo de una sociedad que muy poco se ocupa de ellos, que parece cerrar los ojos y el corazón a las necesidades de quienes ya no tienen fuerza para valerse por sí solos.
Sobre este asilo, que hece algunos meses se trasladó a la Parroquia de Cristo Rey en la colonia Fuego Nuevo, alcaldía de Iztapalapa, habla para Desde la fe el sacerdote fundador.
Cuenta el padre José Guadalupe que aquella anciana fue echada de casa por su sobrina, así que, al no contar con nadie más, decidió recibirla y hacerle un espacio en la parroquia.
Pronto se fue corriendo la voz, y comenzaron a llegar otras ancianas, una tras otra; luego también hombres; de repente ya eran 20, luego 30, y llegué a tener hasta 38 ancianos. Era muy difícil tomar la responsabilidad de atenderlos, pero no podía dejarlos en el abandono. Les fui acomodando un lugar para que cupieran. Es cierto que la Iglesia debe ver por los más necesitados, esa es su esencia, pero si no contamos con recursos económicos es muy difícil adquirir pañales, medicamentos, canasta básica, o pagar servicios médicos, gastos funerales, entierros.
Relata que unos años después de que comenzó esta obra, fue cambiado a la Parroquia Asunción de María, en la colonia Aculco, y además de los gastos que implicaba el sostenimiento de los ancianos, tuvo que hacerse cargo de la edificación de todo el espacio, pues prácticamente no había nada.
Lo mismo ocurre ahora que se le ha cambiado de parroquia, a la de Cristo Rey en la colonia Fuego Nuevo, donde ha tenido que adaptar el asilo a las instalaciones que se tienen.
“Ahora son 12 los ancianos que están en el asilo en esta nueva parroquia; muchos de ellas los han traído sus familias cuando realmente les es imposible hacerse cargo de ellos. A éstas les cobramos una cuota, ya que incluso se deben contratar personas que los cuiden. Pero de las 12, en este momento sólo de dos recibimos cuota”.
El sacerdote asegura que muchas veces el gobierno le envía ancianitos, argumentando que sus asilos están saturados.
“Si hay lugar, pues lo recibo, como ahora que tenemos 8 lugares disponibles, pero eso implica tener que estar buscando más recursos para su sostenimiento. Hay gente que nos apoya con despensa, y lo agradecemos mucho; pero no es suficiente. Lo que más traen es ropa usada, sólo que eso no nos sirve; al contrario, a veces viene con chinches o pulgas, y ha sido un problema para fumigar el espacio. Yo les pido que den lo que nazca de su corazón, pero que sea algo que los ancianitos puedan utilizar, y sobre todo que sea algo nuevo”.
El padre Jiménez detalla que, aunque el asilo está constituido como una AC, con deducible de impuestos, en 30 años sólo ha recibido dos donativos deducibles de impuestos, de un solo señor.
“Pero no sólo eso. A partir de registrarnos como AC, Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) me ha rastreado, me pide muchas cosas que no puedo darlas porque no tenemos los medios económicos, como protección civil, personal preparado, buenas instalaciones, ¿de dónde? Hago lo que puedo dentro de nuestras capacidades económicas”.
Y agrega:
“Comida no falta, gracias a Dios; tampoco el sueldo de las personas que trabajan aquí, que no les doy mucho, pero cobran. Ese dinero me lo regala un amigo mío cada semana para poder cubrir el personal del asilo. La parroquia es otra cosa, porque el asilo no es parte de la iglesia”, aclara.
Lo que más necesito ahora –indica el sacerdote– es una casa para sus ancianos, independiente. Esto es un llamado de auxilio, porque ya necesitan un lugar fijo para que, a mi muerte, no haya problemas. Yo ya tengo un sucesor, es un sacerdote al que le he pedido que, si me muero, se haga cargo del asilo.
A lo largo de 30 años, por este asilo han pasado por lo menos cien ancianos, algunos han estado de paso, otros han muerto ahí.
“En mi pueblo hice una capilla privada donde descansan los restos de las personas que han muerto en el asilo y cuyas cenizas nadie reclama”.
Sobre la atención a los ancianos, el sacerdote de la Diócesis de Iztapalapa lamenta el comportamiento de muchas familias:
“Uno se da cuenta, la ingratitud se siente. Si el anciano tiene tarjetas, la familia se las maneja, y no les interesa otra cosa que lo material”.
Cuenta el caso de una anciana a quien le mandaban de Estados Unidos dinero para su atención en el asilo, pero no lo sabían. Cuando murió, llegó su sobrina para pedir el cuerpo, pues lo iban a velar en una capilla ardiente en Avenida Revolución.
Antes de la Misa de cuerpo presente, la misma sobrina se le acercó al sacerdote para pedirle que no dijera nada en la homilía, pues iban a estar presentes sus parientes, y ella se quedaba con el dinero que enviaban del extranjero.
En otras ocasiones, los familiares han dejado a los ancianos abandonados en el templo de la iglesia, algunos traen bichos entre sus ropas y otros más muestran marcas de golpes, aunque lo que es más común es el despojo de sus bienes materiales, dejándolos desprotegidos.
Yo lo primero que pido a las personas es que tengan mejores sentimientos para sus ancianos, que les den lo mejor, que no se cansen de atenderlos en casa, para que después no anden queriendo organizarles el velorio más elegante; el cariño se les debe demostrar en vida.
Y pido a todos los ciudadanos que, si está en sus manos, realicen un donativo o se hagan un espacio para convivir con alguno de nuestros ancianos; el Señor se los devolverá con creces. Él nos habla todos los días a través de personas necesitadas; pero comúnmente estamos tan distraídos que no nos damos cuenta de que pasa frente a nosotros y lo despreciamos. Si alguien desea realizar un donativo, puede depositar en la cuenta Bancomer 00113555909, o traerlo directamente a la Parroquia Cristo Rey, ubicada en la calle Jorge M. Pullman 7, Iztapalapa, colonia Fuego Nuevo, alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.