¡Vaya tema tan difícil este! Y a la vez tan necesario de hablar, de dialogar, pero principalmente de escuchar.
Quiero comenzar por ahí, pidiendo perdón a las víctimas del suicidio, a los familiares y seres queridos de quienes han tomado el camino del suicidio, por las veces que no hemos escuchado, por no poner suficiente atención a sus sentimientos de impotencia, de rabia, de desesperación.
Vienen a mi mente las palabras de Jesús a través de Mateo: “Vengan benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era migrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vieron a ver”.
Está claro que quienes buscan una salida en el suicidio es porque hubo un camino previo que los llevó ahí, un camino al que estamos llamados a atender, que como Iglesia estamos obligados a acoger y por supuesto, escuchar.
El Papa Francisco nos ha llamado a ser una Iglesia en salida, que va a las periferias existenciales, a aquellos lugares donde más se necesita el amor y el abrazo de Dios. Esas periferias existenciales son justo en los lugares donde más nos necesitan, que nos obligan a dejar la autorreferencialidad y a desgastar las huellas de los zapatos para caminar en torno a los marginados, no solo en el sentido material, sino también en la salud y la espiritualidad.
A los padres, familiares y seres queridos de quienes cometieron suicidio hemos de acompañarles, mirarlos a los ojos, ver sus rostros y escucharles con el corazón. Su impotencia debería ser nuestra impotencia, y su rabia nuestra rabia. ¡Sus hijos son nuestros hijos! Y están muriendo por una causa en la que podemos trabajar para evitar.
En la Arquidiócesis Primada de México sepan que estamos para escucharles, para abrazarles, para atenderles. No están solos.
Soñemos con una Iglesia que acoge a todos; soñemos con una Iglesia que ama a todos; soñemos con la restauración de esas heridas que ustedes tienen por la ausencia de un ser querido; soñemos todos que vamos a estar un día a un lado de ellos.
La defensa de la vida para la Iglesia, como dice el Papa Francisco, no es una ideología, sino una realidad, una realidad humana que involucra a todos los cristianos. Precisamente porque son cristianos y porque son humanos.
Lo principal en todo esto es que como miembros de la Iglesia debemos defender, proteger y cuidar a la Iglesia, defender la vida desde su concepción, proteger la vida de los jóvenes, trabajo y salario digno, vivienda, salud y educación. En fin, defender su dignidad.
Cuidemos la vida construyendo la cultura del encuentro, en donde nos preocupemos de la vida de nuestros jóvenes. Ellos son nuestro mayor tesoro.
Más artítulos del autor: Tolerancia
En la Jornada Mundial de los Pobres, el Papa León XIV llamó a romper la…
Aunque hablar del suicidio es difícil, la oración y el acompañamiento comunitario revelan una verdad…
Los datos muestran que en la Ciudad de México el aumento de las extorsiones superan…
El Vaticano abrió sus puertas a actores y directores en un encuentro único con el…
La película Mi madre y yo presenta historias de mujeres que eligen la vida y…