La vicaría de laicos en el mundo en la arquidiócesis ha compartido su vivencia con las personas que se encuentran en situación de pobreza y vulnerabilidad, además de la de los alejados. En estos foros de reflexión para el camino de la asamblea arquidiocesana han sido invitados los miembros de la arquidiócesis de México: laicos, vida consagrada, sacerdotes y obispos. Describir con detalle el foro lo ha hecho al magnífico equipo de comunicación con sus notas informativas.
Después de la visita pastoral hemos puesto énfasis en la espiritualidad de comunión, conversión pastoral y sinodalidad son tres aspectos fundamentales para iniciar una misión permanente en las parroquias que renueve las estructuras decanales y empuje con un nuevo vigor a las vicarías episcopales territoriales y funcionales.
Hoy quisiera centrarme en las personas que viven en situación de pobreza y vulnerabilidad. Celebrado este primer foro me he quedado con esa sensación de estar tan ocupados en las formas que no profundizamos en el contenido. El arte de la escucha requiere un espacio más de reflexión. El mundo de la inmediatez y la infodemia corre el peligro de un activismo pastoral cargado de eventos, descuidando los acompañamientos en los procesos de fe. Lo más interesante ha sido escuchar a los laicos con la metodología sinodal de las conversaciones del espíritu, de las que pudieron leer y ver en este espacio hace unos meses.
Antes de llegar a este foro: hemos escuchado las conclusiones que los laicos de la arquidiócesis primada de México han hecho en sus parroquias. Llegamos a tocar las situaciones de pobreza y vulnerabilidad cuando vivimos enamorados de Dios y no acostumbrados, cuando nuestra vocación y misión está motivada por el servicio desinteresado, acompañando integralmente a las personas que sufren, cuando vemos y tocamos los rostros de pobreza tan variados: migrantes, refugiados, personas que han sufrido la trata, nuestros hermanos de los pueblos originarios, las madres y padres que padecen soledad y tristeza por su hijo desaparecido, las víctimas de los abusos de poder, las minorías, los trabajadores explotados, y aquellos que están en la calle tirados, que huelen mal, alcoholizados, drogados… nos damos cuenta que con ellos están un número considerable de laicos, consagrados, consagradas y sacerdotes que los acompañan a diario luchando por su dignidad. Y añado, con el Papa Francisco esto de estar con los pobres no es de izquierdas, es Evangelio.
Desde 1891 con el papa León XIII hasta el Papa Francisco se ha escrito reflexionado y meditado sobre la Doctrina Social de la Iglesia. Una pena que en algunos seminarios y casas de formación no tengan como punto prioritario el magisterio social. También con la doctrina social de la Iglesia se puede realizar un buen discernimiento que nos ayude a centrar nuestra vocación en Cristo.
El Papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires junto al Cardenal Aguiar entonces arzobispo de Tlalnepantla colaboraron en la elaboración de un documento de gran repercusión para la iglesia hispanoamericana llamado “Documento de Aparecida”. En el 2007 se habla de “opción preferencial por los pobres y excluidos” extendiendo el concepto de pobreza también a la carencia de Dios: “no podemos olvidar que la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo único que verdaderamente salva y libera”.
Uno de los destinatarios del II Sínodo diocesano celebrado en 1992 fueron los pobres. Seguimos en estas fechas teniendo unos índices de pobreza elevados en la arquidiócesis de México. Si bien las cifras oficiales se mueven por otro lado, la calle nos señala otra realidad mucho más dura. Cada cifra que nos dan es una persona que está sufriendo porque se pisotean sus derechos humanos. En nuestro país hay cuatro raíces estructurales de la pobreza que se producen en el sistema laboral: trabajos sin salario suficiente, trabajos informales, exclusión por género a las mujeres, exclusión por discriminación a jóvenes. Mientras que las autoridades correspondientes no generen estrategias seguirá ampliándose la diferencia entre pobres y ricos.
En el foro sobre las personas en situación de pobreza compartimos vivencias de miembros del pueblo de Dios que están trabajando con estas realidades. Pudimos constatar que esto es una labor de todos, no solamente de los que trabajan y acompañan la vulnerabilidad de muchas personas, ni de la vicaría de laicos en el mundo, esto es de todos. El grito de dolor de tantas personas que sufren lo escuchamos, si desacomodamos nuestra vida y evitamos la indiferencia un veneno que ataca a todos de manera muy educada: mirando a otro lado.
Esta actitud, la indiferencia, ha resonado en los pequeños grupos del primer foro el pasado fin de semana. La arquidiócesis primada de México tiene un gran red dedicada a las situaciones de pobreza desde Cáritas hasta la pastoral de la salud. Acompañar las vivencias de pobreza y vulnerabilidad se hacen teniendo una sensibilidad personal por el otro dejándonos evangelizar; si ponemos como centro a Cristo, tendremos una reflexión y planificación pastoral adecuada. Cuando nuestro encuentro con Jesucristo es personal, nuestra forma de vivir y sentir la pastoral es diferente. Por eso, el cardenal primado de México en sus palabras de bienvenida a estos foros nos invitaba a esta conversión pastoral: dejar la pastoral de conservación y salir a la calle provocando la cultura del encuentro.
El año pasado se celebró el 60 aniversario de la Encíclica Pacem in Terris, el santo Papa Juan XXIII escribía: «Observamos que [el hombre] tiene un derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica y, finalmente, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado. De lo cual se sigue que el hombre posee también el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez, paro y, por último, cualquier otra eventualidad que le prive, sin culpa suya, de los medios necesarios para su sustento».
Quisiera terminar este espacio de reflexión mencionando la pobreza espiritual que señaló el papa Francisco el año 2017 con motivo de la Jornada mundial de los Pobres. Un tipo de miseria que golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Hay mucha gente en nuestra arquidiócesis que considera no necesitar de Dios porque piensa que nos bastamos nosotros mismos. Desde la Palabra de Dios y con el testimonio personal podemos enfrentar esta miseria espiritual. Todo bautizado está llamado a proclamar el amor de Dios en nuestros corazones que nos habla de perdón, reconciliación y paz. Busquemos a Dios en la ciudad y hagamos de nuestra Iglesia arquidiocesana, una Iglesia samaritana que construye puentes de concordia en medio de tanta muerte injusta, en medio de la guerra ideológica que vivimos.
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