Pregúntale al padre

¿Qué dice la Iglesia Católica del box? ¿Es correcto practicarlo?

El box es un deporte con reglas bien establecidas y jueces que vigilan que se cumplan; no obstante, tiene un alto grado de violencia. ¿Cuál es la postura de la Iglesia Católica con respecto al box?

En el libro del Génesis (32, 22), por ejemplo, se narra que “un hombre luchó contra Jacob hasta que amaneció, pero como el hombre vio que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la coyuntura de la cadera y esta parte se zafó de Jacob mientras luchaba con él”, y luego de este enfrentamiento, Jacob recibió el nombre de Israel.

¿Se puede rezar por los boxeadores?

En una entrevista realizada con el pugilista Ultiminio Ramos, Campeón Mundial Pluma, con gran sentido del humor me dijo que cuando tenía que enfrentar a sus rivales, primero encomendaba a Dios la palea para que le diera valor y fortaleza y de ser posible, que la ganara, pero ironizando, añadió:

“Lo malo es que el rival también siempre pide a Dios lo mismo, de modo que al final, en el cuadrilátero, sólo quedamos los dos boxeadores, eso sí, bien encomendados a Dios. Cuando sonaba la campana, el Señor, imparcial, se bajaba del ring, se hacía a un lado, y nos dejaba solos para que cada quien hiciera su mejor esfuerzo y alegremente midiéramos nuestras fuerzas.”

Dios bendice al ganador, pero también al perdedor. Lo que hay que pedirle a Dios es que ninguno de los dos salga lastimado.

Se cuenta que, en cierta ocasión, San Josemaría Escrivá y Balaguer, fundador del Opus Dei, ganó un juego entre amigos, por lo que recibió las felicitaciones de sus contrincantes, a lo que con humildad y buen humor respondió que se debía cancelar el marcador porque él había invocado y recibido ayuda de su ángel de la guarda.

Un pueblo orando por su ídolo en el boxeo

De manera similar, en la década de los años cincuenta, cada vez que Raúl “El Ratón” Macías, subía al cuadrilátero, los templos de la ciudad de México, incluyendo la Catedral, se llenaban de aficionados al boxeo e incluso, algunas iglesias tenían que permanecer abiertas hasta que terminaban las peleas porque la gente acudía para rogarle a Dios por el triunfo del pugilista, quien era un verdadero ídolo nacional.

En cierta ocasión, una viejecita se acercó al “Ratón” Macías para decirle que ella siempre rezaba para que ganara las peleas, a lo que el boxeador, con buen humor, respondió: “Abuelita, seguramente no rezó lo suficiente cuando me enfrenté a Alfonso Halimi.

Frente a estas expresiones masivas de fe y admiración por determinados deportistas, uno se pregunta si Dios atiende este tipo de peticiones. ¿Sirvieron de algo las plegarias de los fieles durante las 38 peleas que sostuvo el “Peso Gallo”? ¿Influyeron las veladoras en sus 22 nocaut o acaso sus rezos inspiraron a los jueces en las 14 victorias que obtuvo por decisión?

En todo caso, ¿a qué se debió que el pugilista sólo perdiera dos veces: una por decisión y otra por nocaut? ¿Dios tuvo algo que ver en esto?

Santa Teresa de Ávila decía que este tipo de oraciones Dios ni siquiera las oye. Parte de la grandeza de Salomón se debió a que supo pedirle a Dios sabiduría; no riquezas, ni triunfos, ni gloria…

¿Hay una postura oficial de la Iglesia respecto al box?

En este artículo no podemos dar respuestas a las preguntas formuladas más arriba, pero sí podemos reflexionar a partir de lo que dice la Biblia acerca de la confianza que depositamos en Dios, en nuestra propia fe y en las decisiones divinas, pues Dios siempre vela por nuestro bienestar material y espiritual.

En tiempos del Antiguo Testamento prevalecía la creencia de que los éxitos y los fracasos de las personas, de los pueblos y sus gobernantes dependían en gran parte de la relación que la gente tenía con Dios, del cumplimiento de sus Mandamientos y, sobre todo, de la fidelidad hacia el Creador, un Dios único, celoso y verdadero.

La Biblia tiene numerosas citas que dan testimonio de esta forma de pensar, por ejemplo, el “Libro de Job” contiene un bello discernimiento sobre la fórmula: premio-castigo divino, pero también cuestiona si todos los males que padeció este personaje después de haber gozado de gran prosperidad, eran consecuencia de sus pecados.

El Santo Job defendía su inocencia frente a las acusaciones de sus amigos y alegaba su fidelidad a Dios, por ello, en sus rezos decía: “Yo sé que tú lo puedes todo y que no hay nada que no puedas realizar ¿Quién soy yo para dudar de tu providencia, mostrando así mi ignorancia?” Job tenía absoluta confianza en Dios.

Las gracias de Dios a quien acepta su voluntad

Del Antiguo Testamento se desprende que Dios siempre ha concedido innumerables gracias a quienes les son fieles, cumplen sus mandamientos, confían en Él y aceptan su voluntad; no por ello debemos pensar que a los malvados siempre les va mal y a los bondadosos bien.

En la lucha libre a veces ganan los rudos, pero el público celebrará más cuando los técnicos dan su merecido a los que obran mal. Hay hombres buenos que sufren en esta vida, luego, tendrán su recompensa.

Está demostrado que Dios permitió que muchos santos sufrieran para que a través de la aceptación de sus desgracias demostraran su fidelidad al Creador. Todo sufrimiento por amor a Dios tendrá recompensa en su Gloria. El pensamiento cristiano sobre el sufrimiento sostiene: “si de Dios aceptamos con alegría todo lo bueno, también debemos aceptar lo malo”.

En los cuadriláteros, boxeadores de la talla del “Ratón” Macías o Ultiminio Ramos rezaban para que en las peleas nadie saliera lastimado y la experiencia ha demostrado que entre los integrantes de estos gremios, a pesar de que se enfrentan con valentía y vigor en el ring, entre ellos hay sincera amistad, se frecuentan con gran afecto y hasta entablan compadrazgos.

Carlos Villa Roiz

Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM. Con 30 años de experiencia en periodismo, se ha especializado en la cobertura religiosa, trabajando en Televisa S.A. y Televisión Azteca. En 1997, recibió el Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México. Ha realizado reportajes en cuatro continentes, incluyendo coberturas significativas como el Jubileo del año 2000 en Roma, los funerales de Juan Pablo II, el viaje de Juan Pablo II a Tierra Santa y el Encuentro Mundial de la Juventud en Sydney. Fue Jefe de Prensa durante el VI Encuentro Mundial de las Familias en México. Además, ha colaborado en publicaciones como Época, Última Moda e Impacto, donde mantiene columnas sobre cultura religiosa. Ha escrito varios libros, entre ellos "El Agua del destino" y "Popocatépetl: Mito, ciencia y cultura". También es comentarista en programas de radio.

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