El pasado 21 de junio fueron asesinados en Cerocahui, municipio de Urique, en la Sierra Tarahumara, los padres jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos y el guía de turistas Pedro Palma. Se sabe quien los mató, pero el asesino sigue libre.
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En Estados Unidos, el pasado 4 de agosto, un grupo de 24 congresistas demócratas envío al presidente Joe Biden un carta donde le solicitan que su gobierno colabore con el mexicano, para garantizar una justicia expedita y total en éste caso.
Para ellos la colaboración que ahora existe no es suficiente. Dicen: “Dada la perturbadora realidad de que los perpetradores de delitos violentos en México rara vez son llevados a la justicia, es fundamental que su administración trabaje en estrecha colaboración con el Gobierno mexicano para que se rindan cuenta por los asesinatos”.
Estos congresistas pertenecen al sector más progresista del Partido Demócrata y en la carta sostienen que “esta tragedia es emblemática de la violencia desenfrenada que azota muchas regiones de México y tiene un costo humanitario devastador, para el pueblo mexicano”.
De manera abierta rechazan la militarización, que impulsa el gobierno de México y dicen a Biden: “También le alentamos a rechazar el enfoque militarizado del presidente Andrés Manuel López Obrador, para combatir al crimen organizado que plantea graves preocupaciones en materia de derechos humanos (…)”.
Se puede estar o no de acuerdo con la carta de estos congresistas, buena parte de ellos de origen latino. Se puede argumentar que este caso y todos los que tiene que ver con la impartición de la justicia sólo corresponden a las autoridades mexicanas. No estoy de acuerdo con esa posición. Es otro tema de discusión.
Lo que ahora quiero destacar a partir de este caso particular, que me duele de manera especial, es la imagen que ahora existe de México en el mundo. Semanas atrás tuve la oportunidad de viajar por cuatro países de Europa. Lo único que se registra de nuestro país, como estos congresistas, es la violencia.
Me reuní con periodista, académicos, integrantes de organizaciones de la sociedad civil y diplomáticos. Son progresistas en términos políticos. Algunos de ellos han vivido en México. Ubican que la violencia en nuestro país inició hace unos 15 años, pero que se ha agravado desde la llegada del actual gobierno. No entienden qué pasa. Antes identificaban a México como un país pacífico y seguro.
El único que no se da cuenta de la violencia creciente en nuestro país es el presidente López Obrador, que dice vamos muy bien en materia de seguridad. Que su estrategia opera con éxito. Esto a pesar de los 37,000 homicidios dolosos al año, en lo que va de su gobierno, y que el semestre pasado fue el más violento en por lo menos los últimos 60 años.
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